Incógnito, David Eagleman, p. 122
Es posible que algunos hombres
sientan una inclinación genética a tener y mantener una sola pareja, y que
otros no. En un futuro próximo, las jóvenes que estén al tanto de las
publicaciones científicas podrían exigir pruebas genéticas a sus novios para
evaluar la probabilidad de que se conviertan en maridos fieles.
Recientemente, los psicólogos
evolutivos han comenzado a ocuparse del amor y el divorcio. No les ha llevado
mucho tiempo observar que cuando las personas se enamoran, existe un periodo de
hasta tres años de duración en el cual el ardor y la pasión alcanzan un punto
máximo. Las señales internas del cuerpo y el cerebro son literalmente una droga
amorosa. Y entonces comienza a declinar. Desde esta perspectiva, estamos preprogramados
para perder interés en una pareja sexual después de que haya pasado el tiempo
necesario para criar un hijo, que es, de media, unos cuatro años. La psicóloga
Helen Fisher sugiere que estamos programados igual que los zorros, que mantienen
un vínculo de pareja durante la época de cría y permanecen juntos el tiempo
suficiente para criar a su retoño, y luego se separan. Al investigar el
divorcio en casi sesenta paises, Fisher ha descubierto que éste es mucho más
frecuente más o menos cuatro años después del matrimonio, algo coherente con su
hipótesis. Desde su perspectiva, la droga del amor, generada internamente, no
es más que un mecanismo eficiente para que los hombres y las mujeres
permanezcan juntos el tiempo suficiente para aumentar la probabilidad de
supervivencia de sus hijos. Dos progenitores son mejor que uno para la
supervivencia, y la manera de conseguir esa seguridad es convencerlos para que
permanezcan juntos.
Del mismo modo, los ojos grandes
y las caras redondeadas de los bebés nos parecen una monada no porque posean
una «monería” natural, sino por la importancia evolutiva de que los adultos
cuiden de los bebés. Las líneas genéticas que no encontraron monos a sus bebés
ya no existen, porque no los cuidaron debidamente. Pero los supervivientes como
nosotros, cuyo umwelt mental nos impide no encontrar monos a los bebés, criamos
con éxito a nuestros hijos para que formen la próxima generación.
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