Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

DEL CUERPO


Fin, KO Knausgard, p. 583
Cuatrocientos años después lo extraño no parece el fenómeno en sí, sino que no sé hubiese producido antes. ¡Qué era lo que impedía a las gentes de la Edad Media investigar el interior del cuerpo? Mediante su arte de embalsamiento, los egipcios lo conocían bien, pero nunca se interesaron por cómo funcionaban e interactuaban los órganos, ya que lo que les preocupaba era la muerte y el respeto por ella. Los griegos, con los que el oficio de médico pasó de ser una actividad de brujo a convertirse en un ejercicio racional, basaban sus conocimientos del interior del cuerpo humano en lo que podían ver y entender del interior  de los animales, y en lo que se veía en accidentes y guerras, me imagino, cuando el cuerpo se abría de distintos modos. El cerebro en un cráneo destrozado, los intestinos en un vientre abierto en canal, los huesos y tendones de la superficie de un brazo o píe amputado. No se les ocurrió que ellos también podían descuartizar uno o dos cadáveres y luego investigar tranquilamente lo que había dentro. Esa idea tenía que resultar imposible, porque curiosidad intelectual no les faltaba.
¿Por qué era un pensamiento imposible?
Tal vez consideraran el cuerpo y la vida un todo, de tal modo que dividirlo no tenía ningún sentido. Tal vez no supieran que la vida de un cuerpo podía prolongarse si se conseguían más conocimientos detallados sobre él diseccionando otro. Tal vez no vieran valor a prolongar la vida. O quizá simplemente consideraran el interior del cuerpo como algo inviolable. Fuera cual fuera la razón, ellos no diseccionaron personas muertas, y tenían pocos conocimientos sobre las funciones de los órganos internos. Sus textos médicos y biológicos, llenos de inexactitudes y conjeturas, pero a pesar de todo sorprendentemente fiables, teniendo en cuenta sus escasos conocimientos empíricos, fueron normativos durante los siglos anteriores al Renacimiento, en que seguían teniendo tanto peso que los estudios anatómicos tanto de Durero como de Leonardo, realizados teniendo delante los cuerpos, contienen errores, detalles que pertenecen a la literatura médica y no al cuerpo, lo que, dicho de otra manera, significa que lo que sabían superaba a lo que de hecho veían.

1 comentario:

面具 dijo...
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