HAY ALGUIEN EN MI CABEZA, PERO NO
SOY YO
Mírese bien en el espejo. Detrás
de su magnífico aspecto se agita el universo oculto de una maquinaria
interconectada. La máquina incluye un complejo andamiaje de huesos
entrelazados, una red de músculos y tendones, una gran cantidad de fluidos
especializados, y la colaboración de órganos internos que funcionan en la
oscuridad para mantenerle con vida. Una lámina de material sensorial
autocurativo y de alta tecnología que denominamos piel recubre sin costuras su
maquinaria en un envoltorio agradable.
Y luego está su cerebro. Un kilo doscientos
gramos del material más complejo que se ha descubierto en el universo. Éste es
el centro de control de la misión que dirige todas las operaciones, recogiendo
mensajes a través de pequeños portales en el búnker blindado del cráneo.
Su cerebro está compuesto por
células llamadas neuronas y glías: cientos de miles de millones. Cada una de
estas células es tan complicada como una ciudad. Y cada una de ellas contiene todo
el genoma humano y hace circular miles de millones de moléculas en intrincadas
economías. Cada célula manda impulsos eléctricos a otras células, en ocasiones
hasta cientos de veces por segundo. Si
representara estos miles y miles de billones de pulsos en su cerebro mediante
un solo fotón de luz, el resultado que se obtendría sería cegador.
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