Compré un cartel de ese cuadro en un viaje a Italia con
Espen hace más de diez años, cuelga ahora en el salón y no me canso de mirarlo.
El motivo es sencillo, una joven tiene apretado un armiño contra el pecho, el
animal mira en la misma dirección que ella, hacia la derecha, ella tiene una
mano en su lomo. El cuadro es inquietante. Por qué, no lo sé, el fondo es
completamente negro, no hay nada más que esa mujer y ese animal, y tal vez lo
inquietante esté en haberlos unido. El rostro de la mujer está más definido que
casi todos los demás rostros de mujer de Leonardo, y la mano que reposa sobre
el lomo del animal es flaca y huesuda, y algo desproporcionada en relación con
lo que vemos del resto de su cuerpo, un poco demasiado grande, y aunque puede
ser que la modelo tuviera realmente unas manos tan grandes, atraen la mirada de
tal modo que esa mano, junto con la cabeza del armiño, constituye el centro del
cuadro. La mano también muestra la inquietud del animal, es como si estuviera
allí para tranquilizarlo. El que sea un poco huesuda resalta lo fisiológico en
ella, algo poco frecuente en las pinturas de Leonardo, que casi siempre se
ocupan más de los colores, las formas y lo saturado, y, junto con la intensa
presencia no humana del animal, que existe como fuera de la zona de atención de
la mujer, es como si el cuerpo se dividiera en dos ante nuestros ojos, una
parte que pertenece a lo fisiológico, biológico, animal, donde las uñas de la
mano, por ejemplo, corresponden a las garras del animal, y donde el color de
sus ojos es igual al de los ojos de la
mujer, y otra parte que pertenece a lo humano, es decir, lo que tiene que ver
con la calma de la joven, que el animal se encuentre fuera de la conciencia de
ella, que tal vez esté ocupada en otra cosa, tal vez en lo que está
contemplando, tal vez en algo dentro de
ella misma, pero en todo caso rebosa de algo suave y tranquilo. La ropa, el
collar de perlas, el coletero, todo pertenece a esa esfera, de la cual el
animal está excluido. Parte de lo inquietante está en la exactitud con la que
Leonardo ha retratado al animal, completamente distinto a sus demás animales,
por ejemplo los leones, los caballos o los corderos. El armiño no es bíblico,
no es mitológico, no pertenece ni a lo bélico ni a lo idílico, sino que está
ahí por derecho propio, corno ese determinado animal. Podríamos imaginarnos
esto tematizada en forma de unos faunos, mitad humanos mitad animales, una
figura de Pan o tal vez unos centauros, la mitología está llena de seres que se
encuentran entre lo humano y lo animal, pero eso habría sido una ilustración, y
eso es justo lo que Leonardo no hace aquí, no ilustra un pensamiento o una idea:
el cuadro es el pensamiento.
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