Fin, KO Knaugard, p. 565
Era el mismo sol sobre el que
Broch escribió en los años treinta, el que bañaba la costa de Brundisium
aquella noche, diecinueve años antes de Cristo. Y era el mismo sol que Turner
dejó brillar en su cuadro de un puerto de la Antigüedad, pintado algo más de
cien antes. Turner tomó el motivo de la epopeya de Virgilio, la Eneida, es
decir, de la historia sobre Dido, que se enamora de Eneas y se quita la vida cuando
él se marcha. Pero no son tanto los sucesos dramáticos lo que busca Turner como
el lugar en el que acontecen. El cuadro representa el puerto de Cartago, en la
costa norte de África, y es marcadamente romántico, tanto en su exotismo como
en su estética de ruinas. Los numerosos edificios monumentales pero medio
derruidos que dominan el cuadro. Al menos eso fue lo que pensé cuando lo vi por
primera vez. Mirándolo más de cerca me di cuenta de que no eran ruinas, sino lo
contrario. En realidad, los grandes y blanquísimos edificios de la Antigüedad estaban
en construcción, lo que aparece en el cuadro es una ciudad que se levanta, no
que se derrumba. Es un cuadro único. En uno de los lados, un despeñadero
completamente cubierto de vegetación baja hacia un río, que un poco más allá se
convierte en puerto. Al otro lado hay un edificio a medio construir y junto a
él se ve un grupo de personas diminutas en comparación con las proporciones de
los edificios y las montañas. Hay una mujer de blanco, es Dido, rodeada de hombres,
uno de ellos está de espaldas y va vestido de soldado, seguramente se trata de
Eneas. Alrededor de ellos están los materiales de construcción, al fondo un
montón de hombres descargando algo de los barcos. Abajo, junto al río, como
separado de esta escena, se ve un grupo de chicos sentados en la orilla, están
desnudos, y si no se han bañado ya, lo harán enseguida. Pero aunque estén
separados de las demás escenas, no están separados del entorno, todo lo
contrario, la sensación que me da al contemplarlo es que todo está entretejido,
que los chicos están relacionados tanto con la vegetación como con el agua, tanto
con la gente que hay detrás de ellos como con los edificios altos, y los
mástiles de los barcos que se encuentran al fondo casi se funden con la neblina
que ese día envuelve el paisaje.
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