Fin, KO Knaugard, p. 519
Su modo de sobrevivir también recuerda al del protagonista
de Hamsun; no con pequeños artículos en los periódicos, sino con pequeños cuadros
que vende en tabernas y restaurantes.
La producción de cuadros fue idea de Hanisch. Hitler le
mintió diciendo que había ido a la Academia, Hanisch sugirió que pintara para ganarse
la vida. Hitler compró material de pintura y se puso manos a la obra. Como las
salas para calentarse están atestadas, se sienta a pintar en los cafés, y
Hanisch vende los cuadros, el negocio va bien, y al cabo de poco tiempo se van
a vivir a un nuevo albergue permanente de hombres, que no está pensado para los
más pobres, en él se paga una pequeña suma semanal por una cama en un reducido
cubículo y una comida. El albergue es grande, da cobijo a unos quinientos
hombres, algunos viven allí permanentemente, pero para la mayoría se trata de
una solución temporal. Alrededor del setenta por ciento de los residentes
tienen menos de treinta y cinco años. El setenta por ciento son obreros y
artesanos, por lo demás, hay cocheros, dependientes, camareros, jardineros, trabajadores
no cualificados y desempleados, algunos aristócratas venidos a menos, artistas
fallidos, hombres divorciados y arruinados, escribe Harnann. Las procedencias
étnicas eran igual de variadas. En este ambiente vivió Hitler durante tres
años. Tenía su propio pequeño espacio en el que podía permanecer entre las ocho
de la tarde y las nueve de la mañana. Por lo demás, había un comedor y dos
salitas de lectura, una para fumadores y otra para no fumadores. En ellas había
periódicos y una pequeña biblioteca a disposición de los residentes. Según
Hanisch, Hitler era el que más la frecuentaba. Leía periódicos por la mañana,
pintaba por la tarde, leía por la noche, cuando no se sumaba a uno de los
muchos debates y discusiones que tenían lugar constantemente, tanto allí como
en todas partes de esa ciudad en la que los problemas políticos eran tan
grandes y visibles. El negocio iba relativamente bien, ganaban dinero
suficiente para pagar el alquiler y la comida, pero no para comprar ropa, por
ejemplo, y, según Hanisch, Hitler llevaba el abrigo dentro de casa porque tenía
un agujero en el trasero del pantalón y ninguna camisa. Para poder sobrevivir,
Hitler tenía que pintar un cuadro al día.
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