Fin, KO Knausgard, p. 710
Ningún ser humano puede decir
cuál es la causa del exterminio de los judíos. Resulta imposible trazar una
conexión entre, por ejemplo, el embrutecimiento de las mentes en la Primera
Guerra Mundial, los movimientos alemanes populistas de la época de antes de la
guerra, el floreciente nacionalismo entre las dos guerras, el gran crac, la
inflación y el desempleo en masa, el desarrollo de la biología racial, el odio
y el carisma patológicos de Hitler, la humillación de Alemania tras el Tratado de
Versalles y el exterminio de los judíos, porque esa conexión no existe. El
exterminio de los judíos fue algo que se desencadenó en esa sociedad, un suceso
dentro de ella, pero algo a lo que ella misma ni pudo ni quiso poner nombre, y
ya entonces, cuando los primeros trenes de judíos se dirigían hacia el este,
era algo casi irreal, algo que estaba teniendo lugar en la periferia de lo
humano, mudo y casi invisible, porque lo que compartían los pocos que lo vieron
es que le dieron la espalda. Se trata del silencio con el que se encontró aquel
obrero ferroviario polaco que era entrevistado en Shoah. Ese silencio, eso era
el exterminio de los judíos. El sonido de lo humano que de repente cesó, el
silencio que se posa sobre ese paisaje que acaba de resonar. El viento que de
vez en cuando zumba por entre los árboles, golpes que se oyen a lo lejos, sonidos
desolados. ¿Cómo era posible que tanta gente, más de mil personas, pudieran
enmudecer? ¿Dónde estaban? El silencio es la nada cuando lo que era ya no es, y
eso es lo que hace imposible entender el suceso, el exterminio de los judíos es
lo que no es. Sí, es nada. ¿Cómo podemos relacionarnos con aquello de un modo
verdadero? Si elegimos a alguien que lo represente, un individuo con nombre e
historia, familia, amigos? lo convertimos en un destino, es decir, le otorgamos
dignidad, porque ese individuo la tenía solo en virtud de ser un individuo, pero
era justamente la dignidad lo que estaba ausente en el exterminio, y esta
ausencia lo que lo posibilitó. Si no elegimos a alguien que lo represente, si
no ponemos nombre a las víctimas, sino que pensamos en ellas como seis
millones, lo generalizamos, y eso tampoco es verdad, nunca fueron exterminados
seis millones de judíos, fue uno por uno seis millones de veces. Las
perspectivas se excluyen recíprocamente.