A LOS ALUMNOS DE INGLÉS 275,
UNIVERSIDAD DE PENSILVANIA, OTOÑO
DE 1972
«Siempre he querido que
admiraseis mi ayuno», dijo el artista del hambre. «Lo admiramos de veras”,
replicó afablemente el supervisor. «Pero no deberíais admirarlo», dijo el
artista del hambre. “'Bien, entonces trataremos de no admirarlo -dijo el
supervisor-, pero ¿por qué no habríamos de admirarlo?” “Porque he de ayunar, no
puedo evitarlo”, respondió el artista del hambre. «Hay que ver cómo eres -dijo
el supervisor-, ¿y por qué no puedes evitarlo?” “Porque -respondió el artista
del hambre, alzando un poco la cabeza y hablando con los labios fruncidos, como
para dar un beso, al oído del supervisor, de modo que no pudiera perderse
ninguna sílaba-, porque no podría encontrar la comida que me gusta. Si la hubiera
encontrado, créeme, no habría hecho aspavientos y me habría atiborrado como
cualquier otro.” Estas fueron sus últimas palabras, pero en sus ojos que se
apagaban permaneció la firme aunque ya no orgullosa persuasión de que seguía
ayunando.
FRANZ KAFKA, “Un artista del
hambre”
* Escrito en 1973.
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