Cuentos completos, Roberto Bolaño, p. 385
37. En México me contaron la
historia de una muchacha del MIR a la que torturaron introduciéndole ratas
vivas por la vagina. Esta muchacha pudo exiliarse y llegó al DE Vivía allí,
pero cada día estaba más triste y un día se murió de tanta tristeza. Eso me
dijeron. Yo no la conocí personalmente. 38. No es una historia extraordinaria.
Sabemos de campesinas guatemaltecas sometidas a vejaciones sin nombre. Lo
increíble de esta historia es su ubicuidad. En París me contaron que una vez
llegó allí una chilena a la que habían torturado de la misma manera. Esta
chilena también era del MIR, tenía la misma edad que la chilena de México y
había muerto, como aquélla, de tristeza. 39. Tiempo después supe la historia de
una chilena de Estocolmo, joven y militante del MIR o exmilitante del MIR, torturada
en noviembre de 1973 con el sistema de las ratas y que había muerto, para
asombro de los médicos que la cuidaban, de tristeza, de morbus melancholicus.
40. ¿Se puede morir de tristeza? Sí, se puede morir de tristeza, se puede morir
de hambre (aunque es doloroso), se puede morir incluso de spleen. 41. ¿Esta
chilena desconocida, reincidente en la tortura y en la muerte, era la misma o
se trataba de tres mujeres distintas, si bien correligionarias en el mismo partido
y de una belleza simílar? Según un amigo, se trataba de la mísma mujer que,
como en el poema de Vallejo «Masa», al morir se iba multiplicando sin dejar por
ello de morir. (En realidad, en el poema de Vallejo el muerto no se multiplica,
quienes se multiplican son los suplicantes, los que no quieren que muera.)
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