Nueve cuentos, JD Salinger, p. 233
-Bueno ... , no estoy muy seguro
de lo que haría -dijo Teddy-. Lo que sé es que no empezaría con las cosas con
que por lo general empiezan las escuelas. -Cruzó los brazos y reflexionó un
instante-. Creo que primero reuniría a todos los niños y les enseñaría a
meditar. Trataría de enseñarles a descubrir quiénes son, y no simplemente cómo
se llaman y todas esas cosas ... Pero antes creo que les haría olvidar todo lo
que les han dicho sus padres y todos los demás. Quiero decir, aunque los padres
les hubieran dicho que un elefante es grande, yo les sacaría eso de la cabeza.
Un elefante es grande sólo cuando está al lado de otra cosa, un perro, o una
mujer, por ejemplo - Teddy recapacitó un instante-. Ni siquiera les diría que
un elefante tiene trompa. A lo sumo, les mostraría un elefante, si tuviera uno
a mano, pero les dejaría ir hacia el elefante sabiendo ellos tanto de él como
el elefante de ellos. Lo mismo haría con la hierba y todas las demás cosas. Ni siquiera
les diría que la hierba es verde. Los colores son sólo nombres. Porque, si
usted les dice que la hierba es verde, van a empezar a esperar que la hierba
tenga algún aspecto determinado, el que usted dice, en vez de algún otro que
puede ser igualmente bueno y quizá mejor. No sé. Yo les haría vomitar hasta el
último pedacito de manzana que sus padres y todo el mundo les han hecho morder.
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