Años lentos, Fernando Aramburu, p. 77
El comienzo de la partida
Me viene ahora a la memoria un
lunes caluroso de septiembre, por la tarde, en que volviendo del dentista con
mi tía nos llegamos a la calle de Hernani a ver pasar a Franco. Mucha gente se
apretaba en las aceras, tanta que nos costó encontrar un hueco, y aun mi tía, que
era muy discutidora, estuvo porfiando con un señor hasta que este se dignó
hacernos sitio de mala gana a su costado.
Algunas personas sostenían
pancartas de bienvenida, y a cada trecho podía verse un policía con gorra de
plato y cara de pocos amigos, y también en las azoteas. Numerosos vecinos de
los alrededores, atendiendo a la solicitud hecha pública de víspera por el
alcalde, habían adornado ventanas y balcones con la bandera de España.
A mi tía lo que la molestaba de
la visita anual de Franco era que las tiendas de ultramarinos subían los precios
de sus productos y en casa había restricciones de agua, decían que porque la
necesitaban para lavar los caballos de la escolta del Generalísimo, aunque yo
aquel día sólo vi acompañamiento de motoristas.
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