El día que Ricardo Duarte
desembarcó en el puerto de Mahón, lo hizo bajo el nombre de Gustavo Braudel y
su excusa fue que necesitaba un refugio para pensar y trabajar durante las
vacaciones de Navidad, aunque todavía no sabía muy bien a qué iba a enfrentarse
y tan sólo adivinaba vagamente el trabajo que le esperaba. Braudel era una de
las muchas identidades que Ricardo Duarte había utilizado a lo largo de su vida
y una de las pocas que todavía podía usar sin peligro. En contraste con otros
nombres y apellidos se sentía cómodo con éste porque no le traía malos
recuerdos y le alejaba de antiguas causas pendientes con la justicia. Además,
Braudel le gustaba porque le confería un aire de extranjero y cuando se veía
obligado a explicar algún detalle de su vida le daba pie a improvisar un pasado
repleto de sugerentes inventivas que sólo existían en su imaginación. Recordaba perfectamente el día que llegó a
Mahón porque faltaban tres semanas para la Navidad y le pareció que la ciudad
tenía un aire especial, un ritmo muy distinto al que acababa de dejar en Barcelona.
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