Cuentos completos, Henry james, p. 535
-¡Somos los desheredados del
arte! -exclamó-. Estamos condenados a lo superficial. Estamos excluidos del
círculo mágico. El suelo de la percepción estadounidense es un pobre, pequeño y
árido yacimiento artificial. ¡Sí, señor! Estamos atados a la imperfección. Un
americano, si quiere destacarse, debe aprender diez veces más que un europeo.
Carecemos de raciocinio profundo. Tampoco tenemos buen gusto ni tacto ni poder.
¿Cómo podríamos tenerlos? Nuestro clima crudo y estridente, nuestro silencioso
pasado, nuestro atronador presente, la perpetua presión que ejercen sobre
nosotros las circunstancias más desagradables, todo ello conspira contra las
cosas que nutren, estimulan e inspiran a un artista. Y mi triste corazón se
llena de amargura al declarar algo así. Nosotros, pobres aspirantes, debemos
vivir en perpetuo exilio.
-En el exilio usted parece estar
a gusto, como en su casa –le dije-, y Florencia me resulta una muy bella
Siberia. Ahora bien, ¿sabe lo que pienso? Nada es para mí más inútil que hablar
de cuánto necesitamos un suelo fértil, oportunidades, inspiración y todas esas
cosas. ¡Lo fundamental es producir algo bueno! En nuestra gloriosa Constitución
no existe una sola ley contra eso. ¡Inventar, crear, realizar! No importa si
uno debe estudiar cincuenta veces más que los otros. ¿Para qué se es artista,
si no para aprender? Sea usted nuestro Moisés -añadi con una risa y apoyé una
mano en su hombro-, ¡ sálvenos de la esclavitud!
-Sabias palabras ... , ¡sabias
palabras, muchacho! -vociferó con una tierna sonrisa. “¡Inventar, crear,
realizar!”. En efecto, esa es nuestra misión, lo sé muy bien. Por el amor de
Dios, no me tome por uno de esos hombres infecundos y plañideros, esos
impotentes cínicos que carecen de talento y de fe. ¡Yo me dedico a trabajar! –y
echó una mirada alrededor antes de bajar la voz como si aquello fuera un
preciado secreto-. ¡Yo trabajo noche y día, consagrado a una creación! No soy
Moisés; solo soy un pobre y paciente artista, pero resultaría muy bueno si yo
lograra que un pequeño flujo de belleza circulase por nuestra tierra sedienta.
En la imagen Nick Nolte en La copa dorada
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