Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

MUERTE DIGNA

Atando cabos, E. Annie Proulx, p.34-35
-Soy tu padre. El que llama. Dicky no tiene teléfono en ese sitio. Bien. Ha llegado la hora de que tu madre y yo nos vayamos. Tomamos la decisión de irnos. Comunicado, instrucciones sobre la funeraria y la cremación, todo lo demás, en la mesa del comedor. Tendras que arreglártelas tú solo. Yo me las tuve que arreglar en un mundo duro desde que vine a este país. Nadie me regaló nada. Otros hombres hubieran. renunciado y se habrían convertido en vagabundos, pero yo no lo hice. Sudé y trabajé, transporté carretas de arena para el picapedrero, seguí para que tú y tu hermano pudierais tener oportunidades, aunque tú no hayas hecho mucho con las que tuviste. Para mí no me quedó mucha vida. Ponte en contacto con Dicky Y con mi  hermana Agnis Hamm, y cuéntales esto. La dirección de Agnis está encima de la mesa del comedor. No sé dónde están los demás. No fueron ... -sonó un pitido. El espacio para el mensaje estaba lleno.
Pero el hermano, un lugarteniente espiritual de la Iglesia del Magnetismo Personal, tenía teléfono y Quoyle tenía su número. Notó que se le contraían las tripas cuando llegó la odiada. voz por el auricular. Nasales atascadas, resoplidos adenoidales. El hermano dijo que no podía asistir a ritos para descarriados.
-No creo en esas supersticiones gilipollas -dijo-. Funerales. En la I.M.P. celebramos un cóctel. Además, ¿ónde vas a encontrar a un pastor que diga unas palabras para unos suicidas?
-El reverendo Stain forma parte de su Asociación para una Muerte Digna. Deberlas venir. Por lo menos para ayudarme a limpiar el sótano. Padre dejó algo asi como cuatro toneladas de revistas viejas allí abajo. Mira, tuve que ver cómo sacaban de la casa a nuestros padres -casi sollozó.
-Oye, bola de sebo, ¿no nos dejaron nada?
-No. Tienen la casa cargada de hipotecas. Se gastaron sus ahorros. Creo que ésa fue la razón principal por la que hicieron eso. Quiero decir que creían en una muerte digna, pero lo habían gastado todo.
La cadena de ultramarinos se fue al garete y él dejó de cobrar la pensión. Si siguieran vivos tendrían que salir en busca de trabajo Y colocarse como empleados en un 7-Eleven o algo así. Pensé que madre podía tener también una pensión, pero no la tenía.
-¿Estás de broma? Has llegado a ser más idiota de lo que pensaba. Oye, cacho mierda, si hay algo, mándame lo que me corresponda. Tienes mi dirección -colgó.
Tampoco Agnis Hamm, la hermana de su padre, vino a la ceremonia. Mandó .a Quoyle una nota de papel azul, con su nombre y dirección en relieve, por un servicio de mensajeros.
«Imposible acudir al funeral. Pero voy a ir el mes que viene hacia el 12. Recoged las cenizas de tu padre, según las instrucciones, y te conoceré a ti y a tu familia. Hablaremos entonces. Tu tía que te quiere, Agnis Hamm.
Pero cuando llegó la tía, las circunstancias del huérfano Quoyle habían vuelto a cambiar, y esta vez era un marido abandonado y cornudo, un viudo.

-Pet, necesito hablar contigo -dijo Quoyle, con voz suplicante.

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