Entrevistas..., DFW, p. 272-273
… la mujer atractiva, embrujada y
despojada de su voluntad que he elegido y yo conservamos la capacidad de
movernos y el conocimiento en medio de esa sala de madera mal iluminada con su
olor a linimento y a sudor en la que el tiempo se ha detenido absolutamente -la
seducción tiene lugar fuera de los parámetros de tiempo y movimiento de la música
más elemental-, y cuando le ordeno que venga a mí con una mirada poderosa y tal
vez también con un vago gesto circular del dedo, y ella, vencida por la
atracción erótica, se me acerca, yo también me levanto de mi banco en el rincón
y voy hacia ella, hasta que por fin, como en un minué lleno de formalidad, la
mujer de la fantasía y yo nos reunimos sobre la colchoneta de ejercicios en el
centro exacto de la sala, ella se desabrocha las correas de su indumentaria
pesada presa de un frenesí de locura sexual mientras· yo me quito mi uniforme
de la escuela con una tranquilidad mucho más controlada y burlona, obligándola
a sufrir una agonía de ansia sexual mientras espera. Para no alargarme
demasiado, luego se produce la copulación en diversas posturas y de diversas
formas imprecisas en medio de todas las demás personas petrificadas y sin
conciencia para quienes he detenido el tiempo con el enorme poder de mis manos.
Por supuesto, es aquí donde puede usted observar el vínculo con la serie
Embrujada que me causó sensación en la infancia. Porque creo que ese poder
adicional que poseo en la fantasía de paralizar cuerpos vivos y detener el
tiempo en el Gimnasio Estatal, que empezó como una mera artimaña logística, se
convirtió rápidamente en la fuente de combustible principal de toda la fantasía
masturbatoria, una fantasía que tenía, como cualquier espectador puede ver fácilmente,
mucho más que ver con el poder que con el mero hecho de la copulación. Con esto
estoy diciendo que al imaginarme aquellos enormes poderes sobre la voluntad y
la capacidad de movimiento de otros ciudadanos, sobre el flujo del tiempo, la
incapacidad de los testigos para ver algo o moverse, sobre la capacidad de mi
hermano y de mi madre para mover siquiera los robustos cuerpos de los que
estaban tan orgullosos y de los que se vanagloriaban tanto--, pronto estos
formaron el verdadero núcleo de la fantasía, y sin yo saberlo, era con aquellas
fantasías de poder que me estaba masturbando. Esto lo comprendo ahora. Cuando
era joven no lo sabía. En mi adolescencia sabía únicamente que sostener aquella
fantasía de seducción y copulación imperiosas requería una plausibilidad lógica
estricta. Lo que quiero decir es que, a fin de masturbarme con éxito, la escena
requería una lógica racional según la cual la copulación con aquella mujer gimnasta
fuera plausible en el espacio público del Gimnasio Estatal. Yo era el
responsable de aquella lógica.
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