Mac y su contratiempo, E. Vila-Matas, p. 268
Al doblar la esquina, camino de
la Carson, me he encontrado a un vagabundo muy viejo y claramente loco al que
no había visto nunca antes y que estaba canturreando una canción, lo cual no ha
dejado de parecerme muy chocante y me ha hecho caer en la cuenta de que, en
ninguna parte, ni siquiera en los patios interiores de las casas del barrio, se
oye hoy en día cantar a alguien. Cuando era niño, esa tradición estaba muy
arraigada en Barcelona, y no sé si por ello la dudad era más alegre y
desinhibida, pero lo cierto es que se cantaba. También los vagabundos forman
parte en esa ciudad de una tradición muy especial, ya que el héroe moderno de
la misma es un vagabundo, es el arquitecto Gaudí, malmirado en vida y objeto de
todo tipo de burlas por su indumentaria. El gran genio de la ciudad fue
atropellado mortalmente por un tranvía
y, debido a esa descuidada forma de vestir, fue confundido con un vagabundo.
Hasta el punto de que el conductor del tranvía bajó para apartar el cuerpo y
poder seguir su camino y no hubo además ni un solo transeúnte que socorriera al
hoy gran héroe de la ciudad. Ni que decir tiene que el motivo secreto,
inconsciente, que hace de Barcelona una ciudad que fascina a todos sus visitantes
es el espíritu de vagabundo del mayor genio que ha dado este lugar.
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