Marc y su contratiempo, Enrique Vila-Matas, p. 257
Siempre he querido echarte una
mano, pero no te dejas. Emborronas a la perfección este papel. Lo digo en
serio, Mac Vives Vehins. Me gusta que hagas borrones, pinturas. Ahora bien,
deberías hacer algo más, ¿no crees?
Cuando me llama por el nombre y
apellidos completos, no falla nunca: Carmen cree que ando bien perdido por el
mundo. Y en esto no hay nada que hacer. A pesar de que le he informado de mi
trabajo feliz de principiante en este diario, hoy he visto claro que ella
continúa creyendo que mi inhumano final en el bufete de abogados no deja nunca de
deprimirme. Y no es exactamente así, al menos desde hace ya algún tiempo. Pero
ella es terca y no acaba de creerlo. Y aún menos mal que no tiene ni idea de que
a veces coqueteo con la fascinación del suicidio, sin que haya por mi parte la
menor voluntad de ir por ese camino. Y suerte que no se entera de que en
ocasiones juego a calibrar dos posibilidades de las que ya habló Kafka: hacerme
infinitamente pequeño, o serlo. Y qué suerte también que ignore que hay noches
en que caigo en meditaciones peligrosas, aunque no creo que éstas lo sean más
que las de cualquier mortal que siente la angustia que surge de la conciencia
de saberse vivo y muerto al mismo tiempo.
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