Amor, etcétera, Juian Barnes, p. 1989-199
He leído este caso en el
periódico de hoy. Es una historia verídica y horrible, y te aconsejo saltarte
lo que viene después si no tienes un
estómago fuerte.
Ocurrió en los Estados Unidos,
aunque podría haber ocurrido en cualquier parte. O sea, América no es más que
una versión exagerada de lo que sucede en cualquier otra parte, ·verdad? Toral,
que a un hombre muy joven, en la veintena se le murió el padre. Su novia estaba
por entonces haciendo un crucero y decidió, sin duda muy sensatamente, que como
el padre había muerto en lugar de estar moribundo, ella seguiría navegando en
vez de desembarcar de inmediato para consolar a su novio. Ahora bien, éste
--quizá igualmente razonable-le guardó un rencor tan amargo que no lo borró el
tiempo. Lo consideró una traición arroz. Y decidió causarle a ella tanto dolor como
el que él había sufrido. Quería que ella conociese la clase de aflicción que él
había sentido por la muerte de su padre.
¿Seguro que quieres escuchar el
resto? De ser tú, yo no lo haría. Así que el chico se casó con su novia y hablaron de tener familia y ella se quedó
embarazada y tuvo el niño, y él esperó el tiempo suficiente para que ella
estableciera el lazo natural con su hijo, y entonces lo mató. Envolvió la
cabeza del bebé en un plástico -lo que llamamos papel transparente- y lo dejó solo.
Después volvió, retiró el adhesivo y puso al bebé boca abajo en la cuna.
Te advertí de que era horrible. Y
hay algo más. Durante varios meses, por lo visto, la madre creyó que había sido
una muerte accidental. Es lo que le había dicho el médico. Pero un día el
marido fue a la comisaría y confesó el crimen. ¿Por qué crees que lo hizo? ¿Por
sentimiento de culpa? Quizá. No estoy seguro de creer del todo en las
conciencias culpables. No mucho, no en casos que he visto. De acuerdo, tal vez
hubo un poco de culpa. Pero ¿no infligía un dolor aún más grande y peor a su
esposa? Si ella pensaba que el bebé había muerto por asfixia accidental en su
cuna, culparía al destino o algo así. Pero ahora sabía que no había sido el
destino. Había sido un acto deliberado. El dolor le había sido provocado a
propósito por alguien que ella creía que la amaba y a quien ella amaba, con el
designio exclusivo de hacerla sufrir. Cabe decir que ella descubrió en aquel
momento cómo era el mundo.
Fue una acción horripilante, ¿no?
No digo que no lo fuese. Pero, en cierto sentido, lo más terrible de todo es
que fue también, en un sentido, muy razonable. En un sentido espantoso, por
supuesto.
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