Madrid 1921. Un dietario, Josep Pla, p.88
Camba me dice, a modo de conclusión:
- Amigo Pla, no conseguirá usted
escapar. ..
Estos días, en efecto, tener
acento catalán ha sido algo tan peligroso como estar fichado como militante
anarquista. Se ha interrogado a mucha gente por causa de una pronunciación
deficiente. Muchas veces se ha creído tener una pista y no había en realidad
más que una a una pizca demasiado abierta. Es notorio que tengo un acento
terrible, escandalo.
- Lo único que me salvará, amigo
Camba - le digo-, es que, si bien tengo un acento verdaderamente raspado, en cambio construyo
discretamente... La fonética me perderá, pero me salvará la sintaxis
-No se fie de los conocimientos
gramaticales de la policía -ha observado Camba-. Se dán muchas sorpresas…
¿Qué hacer? Decido hablar lo menos
posible. No queda más remedio. En el quiosko de los periódicos, cuando quiero El Sol apunto al
astro del día, cunado quiero La Voz me pongo el dedo en la boca; El Imparcial
me lo procuro haciendo el gesto de lavarme las manos. La vendedora me comprende
y me facilita las transacciones. La gente se cree que soy mudo, y a los mudos no
se les dice nada aunque sean catalanes. Pero a la larga, ¿qué lograré con esta táctica?
Pienso en la posibilidad de ponerme de un momento a otro a hacer prácticas de
pronunciación del andaluz.
En la casa de huéspedes, llaman a
la puerta. Preguntan por mí. Es la policía. Dos señores, muy fríos, con un bastón
para disimular, bigote y anillos.
Me piden los papeles. Los miran,
los leen detenidamente. Me someten a un interrogatorio. Entretanto observo que
se miran el uno al otro varias veces. Perplejidad. Quedamos los tres de pie en
el pasillo de la escalera. A lo último, sin saber qué hacer. Por fin uno de ellos
dice, retorciéndose el bigote y dejando caer las palabras:
-Volveremos mañana
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