El banco en el que Dobbs se
hallaba sentado no era muy cómodo. Tenía rota una de las tablillas y la otra
inclinada, así que resultaba una especie de castigo sentarse en él. Pero si se
trataba de un castigo merecido o injusto, como la mayoría de ellos, era algo que le preocupaba muy poco. Tal vez
se habría percatado de su incomodidad si alguien se la hubiera hecho notar,
pero nadie se ocupaba de ello.
Dobbs tenía la mente embargada
por otros pensamientos como para poner reparos a su asiento. Buscaba una
solución al viejo problema que hace a las gentes olvidarse de todo. Trataba de dar
una respuesta a esta pregunta: ¿Cómo poder conseguir dinero inmediatamente?
Cuando se tiene algún dinero es
fácil multiplicarlo invirtiéndolo en algún negocio prometedor, pero sin un centavo
resulta difícil hacer algo.
Dobbs no tenía nada. De hecho
poseía menos que nada, pues hasta sus ropas eran malas y estaban incompletas.
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