Madrid, 1921: un dietario, Josep Pla, p. 139
Había las carretas de bueyes, el
chulo de capa, sombrero hongo y bastón, que representaba una especie de sainete
que duraba todo el año -el sainete del que salió despues, desaparecido ya,
convertido en tarjeta postal, la zarzuela de la pasada generación-. Todo este
mundo era cromático, clavelero y soleado.
Todo ese mundo va ahora
desvaneciéndose, y codornices que canten el “¡Pas-pallás!”. las hay tan pocas
que se hace difícil oír su canto. Ya no hay cesantes, ni sainetes, ni
zarzuelas, y las capas han ido muy de bajada. Hay una especie de elegía de la
zarzuela, personas enamoradas del tipismo que la quieren resucitar sin parar mientes
en que el espectáculo es anterior al bidet y el cuarto de baño. Como la mayoría
de las ciudades importantes, Madrid se transforma. La apertura de la Gran Vía
ha hecho grandes estragos en el tipismo madrileño. El primer tramo, Peñalver,
que va de la calle de Alcalá a la Red de San Luis, está terminado. No es, precisamente, un prodigio. Es una enorme
confitería arquitectónica, de estilo cataclismático. El segundo, en curso de construcción,
que llegará hasta la plaza del Callao, parece de un estilo más esquemático, más
sobrio, más sencillo, con una tendencia al gusto americano. El tercero, que
llegará hasta la plaza de España, ya está empezado, y como este tramo desciende
sobre un plano inclinado, todos los indicios apuntan a que en su camino las
características americanas -más bien sudamericanas- serán aún más acentuadas.
En este Madrid que está naciendo resulta ya difícil encontrar aquellos
aristócratas de patillas más o menos pintadas de la época de Cánovas.
Madrid va tomando aspecto de
ciudad moderna. La gente tiene otro aire. La cursilería pálida y casuística de las
señoritas de silla y huevo de Recoletos, el sainete de estampa localista, han
dejado de ser. Las construcciones modernas son aparentemente de un gran confort
medio. La gente no se conformaría hoy
con menos que el cuarto de baño. Los deportes están a la orden del día. Las
relaciones entre hombres y mujeres son más libres, más aireadas, más alejadas
de los juegos florales sexuales. Claro es que aquí, como en todas las ciudades
meridionales, hay que dar a la modernidad la parte que le toca de mimetismo
externo y superficial. Pero lo cierto es que en Madrid todo quiere ser moderno
y americano.
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