Madrid 1921: un dietario, Jospe Pla, p.12-13
Para ejercer una profesión
íntimamente vinculada con la justicia hay que tener mucha facundia, poseer una
capacidad para el trato de gentes maliciosa, infatigable, tener el sentido de
continuidad y la creencia de que la tarea de llevar papel sellado es una labor
importante, casi sagrada. Me han faltado todas estas virtudes, que pueden
llegar a ser nutritivas. Me ha fallado la juridicidad. Donde más viable me
parece ese fracaso es en el don de gentes y en la vida social. Ciertamente, me
gusta sumergirme alguna que otra vez en medios humanos espesos, de gran
densidad. También he conocido medios más reducidos y refinados, constituidos
por lenguas viperinas y reacciones de resentimiento, de maldad y de
esterilidad. Pero todos estos remolinos, que a veces me interesaron por mera
curiosidad, acabaron por dejarme frío. Puesto en medio de la gente y de las
cosas muy pronto me doy cuenta de que allí estorbo (aunque sea un mundo
pequeño), siento la nostalgia del aislamiento y de la soledad. Educado en una
familia económicamente decadente y, por lo tanto en el caso a que me refiero-,
de un cierto tono moral, porque esta clase de familias suelen atribuir sus
desgracias a la inmoralidad de los demás, comprendí desde muy joven lo vivaz
que es la memoria humana en lo que atañe al mal que se ha hecho y al bien que
se ha dejado de hacer por abandono, por dejadez, por mero azar. Al punto
comprendí que mi vida sería atormentada, a pesar de mi buena salud, por la
presencia alucinante de la memoria, por la persistencia de problemas morales
íntimos que la memoria avivada plantea a cada paso. Todo había de llevarme,
pues, por comodidad al menos, a ser un contemplativo, un mirón, un simple
transeúnte. Me faltó así, desde el primer momento, lo esencial para tener de mí
mismo un gran concepto. Para tener un gran concepto de sí mismo es preciso
colocarse o establecerse en algo real o aparentemente estable, y yo me he
sentido siempre errático y nostálgico, conservador y voluble, franciscano y
animal. Demasiado oscilante --excesivamente impresionable-. Por eso he dicho
algunas veces que lo que más me habría gustado hubiera sido vivir en el
horizonte de la mar sobre algo flotante y confortable, y navegar. Naturalmente,
también me gustaría bajar, de tarde en tarde, en algún puerto maravilloso,
deslumbrador y brillante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario