De El Danubio de Claudio Magris, p. 369
Yo no creo que el final de mi viaje sea el fin del mundo. En
una obra de teatro siempre hay un personaje que termina su papel y otro que
continúa en escena. Si yo hago de Polonia en Hamlet salgo de escena antes que
él. La nada, para mí, no tiene conexión con el final ni con la muerte. Nunca. En
mi opinión, está mucho más conectada con la incomprensión entre dos personas que
se aman, con la dificultad, en algunos casos, del amor, pero no únicamente del
amor entre hombre y mujer sino entre amigos, entre personas y, por lo tanto, la nada es la
sombra que envuelve las ambigüedades de la vida, todo el polvo que se acumula
sobre las cosas. Se trata de tener una relación libre con este polvo, con este
desencanto, con este desafio después de un fracaso entre dos personas. No creo
que algo que termina deba destruir lo que ha sucedido anteriormente. Mi madre
murió, pero su muerte no destruyó su existencia. Cuando se sale del mar, el mar
continúa allí. No es la nada. La nada es la ambigüedad, no es el fin. ¿Por qué
la muerte debería hacernos sentir a Dios más próxímo y más visible?
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