De La hermana de Katia de Andrés Barba, p.75-76
“ Es imposible ya saber si sales
y están los de siempre, o si son otros, o si son los de siempre con otras
ropas, o con otros olores a tabaco, pero ce juro que ce da igual, que siempre es
lo mismo salir, la música que empieza, la barra en medio de la pista, las luces
rojas, todo igual, que si una no lo pensara despacio le parecería que todo es
la misma noche, los mismos hombres, los mismos gritos de "bonita"
cuando esrán sobrios que según van pasando las horas se convierten en
"guarra, desnúdate, guarra, que queremos verte el coño" o que no
digan nada, porque parece mentira pero lo peor es que no te digan nada, que se
queden en las mesas mirándote sin hablar, notas sus ojos bajándote por todo el
cuerpo, volviendo a subir, volviendo a bajar, algunos hasta te sacan la lengua,
no, como Mamá no, te sacan la lengua de una
forma asquerosa y tú les tienes que sonreír, les tiene que parecer que encima te
gusta que te hagan eso, llamarte guarra y todo lo demás, y ahora me río un poco
de cuando entré, ¿te acuerdas? Con la preocupación esa de no perder el ritmo,
del unodos, uno-dos dentro de la cabeza cuando te quitabas el sujetador, cuando
te bajabas las bragas, que ya ni lo de bailar desnuda me cuesta, fíjate, ni lo
de bailar desnuda, ni lo de preocuparme por no pisar allí, donde ponen las
copas, para no resbalarme, ni lo de que me quiten la ropa, casi ni dos meses
que llevo y ya son cosas como de las que sabes de toda la vida, que las haces
casi sin pensar, me podrían tapar los ojos y me iría lo mismo hacia la barra,
la cogería igual, haría lo mismo para oír los mismos gritos de Ka-tia, las
mismas copas que se caen, los mismos golpes, y el otro día me dijo el jefe,
Morell, que si quería ir cinco días en vez de cuatro y le dije que sí, qué más
da, quitando lo que le doy a Mamá para la casa en menos de diez meses tenemos
dinero las dos para irnos a Pisa y vivir allí por lo menos tres meses sin
preocuparnos por nada, yo con Giac y tú con otro italiano, no te preocupes por
eso que no te faltará un hombre, quizá te faltará comida pero un hombre no, chasqueas
un dedo y ya cienes cincuenta buitres besando por donde tú pasas, y cuando nos
vayamos se acabarán las copas, y las luces rojas, y los gritos de Ka-tia, pero
te juro que no me va a dar ninguna pena, de pena ni esto, ni esto.” Y cogía
Kacia un pellizco al aire, un pellizco que era lo poco que le importaba no
volver a bailar en un striptease.
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