Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

INCIPIT 228. IMPOSTURAS / JOHN BANVILLE


¿Quién habla? Es la voz de ella, en mi cabeza. Me temo que no parará hasta que yo no pare. Me habla mientras avanzo a sacudidas por estas calles empedradas, me cuenta cosas que no quiero oír. A veces le contesto, protesto en voz alta, le exijo que me deje en paz. Ayer, en la panadería que frecuento, en la Via San Tommaso, creo que grité algo, su nombre quizás, pues de pronto todas las personas que abarrotaban el lugar me estaban mirando, tal como miran aquí, no con alarma ni desaprobación, sino con simple curiosidad. Ahora todos me conocen, el panadero, el carnicero y el tipo de la verdulería, y también sus clientes, en su mayoría amas de casa teñidas con hena, rollizas como palomos, con su perfume, sus feas joyas y sus ojos grandes, oscuros y desilusionados. Observo sus piernas extraordinariamente delgadas; envejecen de arriba abajo, pues estas piernas, un tanto arqueadas de manera insinuante, son las que debieron de tener a los veinte años, e incluso antes. Está claro que les intereso. Quizás lo que les llama la atención es que mi aspecto les recuerda la commedia dell’arte: mi mirada tuerta e iracunda, y esa cojera cómica, el bastón y el sombrero ocupando el lugar del garrote y la máscara de Arlequín. No parece importarles que esté loco. Pero tampoco estoy loco de verdad, es sólo que soy muy, muy viejo. Tengo la impresión de que mi vida ha durado milenios. Cuando vuelvo la vista atrás veo lo que parece una tiniebla primigenia, salpicada de puntos de una
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