De el afinador de habitaciones, de celso castro, p.42-43
y draque se quedó cabeceando y, después de un larguísimo trago de cerveza —joder... no sabía nada el niche ese...— y yo le dije que sí, que era el hombre más inteligente de europa, y que yo me había leído todos sus libros, y que iba a ver si encontraba alguno en el almacén para que lo leyese. y al día siguiente le llevé -e1 anticristo- y le dije que, por favor, no lo perdiese, que tenía el sello de la biblioteca. y le conté lo de mi tío, y lo de mi madre, y que vivía con mi abuela, y al final acabé sincerándome con él, y que la verdad es que todos éramos anticristos, seres anómalos y opuestos a la vida por no sé qué conflictos, por un conflicto raro y extraño -un conflicto superior a nosotros e incluso cósmico- del que nada sabemos, constreñidos, igual que tubos huecos en el vacío, cuerpos vacíos y huecos que vibran angustiados, aquí, suspendidos en mitad de
ninguna parte, cuerpecitos vibrátiles, cajitas sensitivas, y es que, en realidad, no somos más que eso -cajas de resonancia- pero bueno, creo que me estoy desviando de mi propósito. en fin, que rosalía me regañaba constantemente, y estaba enfadadísima, y no hacía más que refunfuñar y echarme miradas, y nada, que si lo que yo pretendía en esta vida era ser un chulo y andar con putas, no podía haber elegido mejor maestro que draque. y así estuvo varios días, hasta que poco a poco fue recuperando su humor habitual, y me decía -qué ¿dónde está el maestro?... ¿hoy no va a haber clase?- y también -te has quedado sin libro... ¡por pánfilo!- y es que draque no aparecía por la gaviota
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