De Dublinesca, de Vila-Matas, p.42
Se aman desde siempre, pero precisamente por eso se odian. En realidad se odian a sí mismos. Sus padres le recuerdan algo que le dijera una vez el poeta Gil de Biedma en el pub Tuset de Barcelona.
Una relación íntima entre dos personas es un instrumento de tortura entre ellas, ya sean personas de distinto sexo o del mismo. Todo ser humano lleva dentro de sí una cierta cantidad de odio hacia sí mismo, y ese odio, ese no poder aguantarse a sí mismo, es algo que tiene que ser transferido a otra persona, y a quien puedes transferirlo mejor es a la persona que amas.
Si lo piensa bien, a él le ocurre otro tanto con su mujer. Hay días en los que siente que es muchas personas al mismo tiempo y su cerebro está más poblado de fantasmas que la casa de sus padres. Y no aguanta a ninguna de esas personas, cree conocerlas a todas. Se odia a sí mismo porque tiene que envejecer, porque ha envejecido mucho, porque tiene que morir: precisamente lo que con absoluta puntualidad recuerda todos los miércoles cuando visita a sus padres.
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