Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

JUAN BENET


El plural es una lata, J.Benito Fernández, p. 135

Los Servicios Informativos de la Dirección General de Prensa elaboran el siguiente informe sobre Juan Benet Goitia:

Nació el 17 de octubre de 1927 en Madrid, hijo de Tomás y Teresa, casado, Ingeniero de Caminos, domiciliado en la calle de Serrano número 226.

Está conceptuado como de tendencias izquierdistas.

Un hermano perteneció a la EU.E. y marchó al exilio.

Su padre fue ejecutado por su actuación en zona roja.

En 1965, fue detenido como sospechoso por acompañar a Vicente Girbau León, en uno de sus viajes.

Tiene amistad estrecha con Ridruejo, al que acompañó a la reunión del día 20 de mayo de r966 en la Facultad de Ciencias Políticas de Madrid organizada ilegalmente bajo el título «Primera Jornada Nacional de Lucha contra la Represión» figurando los dos en la Presidencia.

Ha realizado algunos viajes al extranjero.

Figura como firmante de un escrito colectivo dirigido a la Presidencia del Gobierno, en 30 de noviembre de 1966, sobre el REFERENDUM del día 14 de diciembre del citado año.

Madrid 3 de diciembre de 1966.


REGION


El plural es una lata, J. Benito Fernández p. 56

Con fecha 25 de mayo de 1951 Benet atesora Gambito de caballo, con prólogo de Max Dickmann, editado por Emecé (Buenos Aires), con una supuesta dedicatoria de Faulkner en Jefferson: «To Juan Benet with affection from William Faulkner” Juan escribe a lápiz en un cuaderno sobre su referente literario y luego pasa y amplía esas notas a máquina: «William Faulkner”, texto prolijo e informado sobre el de New Albany, Misisipi, donde llama la atención lo temprano de sus conocimientos en un país culturalmente desértico. Con qué finura disecciona elementos descriptivos y expresivos como el espacio o el tiempo, en todos sus sentidos. Cómo encumbra los ocultamientos de Faulkner, el no decir, ese gran recurso de su arte. Pero Benet, muy influido por la lectura de La rama dorada, de sir James Frazer, empieza a escribir una novela titulada «El guarda”. Como en la obra de Frazer -el vigilante del bosque de la diosa Nemi, en el Lazio-, el protagonista es el guardián, un enamorado del monte que cuida y defiende los límites de una finca; corta el paso a los intrusos y los disuade. Se llama Numa, como el sabio rey de Frazer. De la lectura del clásico latino Publio Papinio Estado le surge el nombre de Región. Entonces Benet idea el escenario ficticio, quizá simbólico, para moverse a placer, para hacer lo que le viene en gana.


¡Faulkner, Faulkner¡


El plural es una lata, J. Benito Fernández p. 52

Poco antes de las doce de la noche del 31 de diciembre Juan Benet llega por primera vez a París. Entre los humos de las locomotoras, se apea en la estación de Austerlitz al grito de «¡Faulkner, Faulkner!» y al ver a su hermano Paco, convertido en exiliado político y ennoviado con Barbara Probst -hablan de casamiento-, se dan un gran abrazo. En tono jovial, Paco le dice que les ha fastidiado la Nochevieja. Más tarde despidieron el año con las doce uvas, pues aunque Paco decía no creer en esa tradición, le encargó a Barbara que comprara los frutos de la suerte. Teresa Goitia le envió dinero a Paco a través de Juan. Aquella noche, acompañados de una amiga de Barbara, fueron a la Place des Vosgues, tranquila y cubierta por un manto  blanco; corno adolescentes, se lanzan bolas de nieve y se revuelcan por el suelo. En otra jornada Juan anuncia que quiere comprar los libros de Faulkner que no encuentra en España, visitar la torre Eiffel y ver a las Bluebell Girls, bailarinas de cabaré, muy del gusto del provinciano que llega a París, lo que sonrojó a Paco. Éste le advierte a Juan que puede contraer la sífilis y que cuide con qué chicas sale. Se pasaron la semana con un tomavistas filmando en la localidad de Rambouillet o gateando por las cubiertas de la catedral de Chartres. En lo alto de la torre Eiffel, Barbara sufrió un desmayo, pues padece de acrofobia. Una noche van al Lido de los Campos Elíseos a ver a aquellas esbeltas bailarinas de hermosos atributos e interminables piernas que, muy ligeras de ropa, hacen cabriolas sobre el escenario a la vez que cantan animosas.


LA GRAN DIVISORIA SEXUAL


El cerebro femenino, L. Brizendine, p. 146

En el cerebro masculino, los centros relacionados con el sexo son el doble de grandes que las estructuras correspondientes del cerebro femenino. En lo tocante al cerebro, el tamaño crea una diferencia en la forma en que hombres y mujeres piensan, reaccionan y viven el sexo. El  sexo ocupa, literalmente, un espacio mayor en las mentes de los hombres que en las de las mujeres. Sienten presión en sus gónadas y próstatas a menos que eyaculen a menudo. Los varones tienen el doble de espacio cerebral y capacidad de procesamiento dedicados al sexo que las mujeres. Mientras ellas tienen una autovía de ocho carriles y ellos una carretera secundaria para procesar la emoción, los hombres cuentan con un aeropuerto como el O'Hare de Chicago para procesar ideas sexuales, mientras que las mujeres sólo tienen un aeródromo  de andar por casa, donde aterrizan aviones pequeños y particulares. Esto explica por qué el 85 % de los varones de entre veinte y treinta años piensa en el sexo bastantes veces al día, en tanto que las mujeres lo hacen una vez al día, a lo sumo, y tres o cuatro veces en sus días más fértiles. Esto crea curiosas interacciones entre los sexos. Es frecuente que los chicos pidan a las mujeres tener relaciones sexuales. No es habitual que sea eso lo primero que surge en las mentes femeninas.

Estos cambios estructurales en el cerebro empiezan a las ocho semanas de la concepción, cuando la testosterona del feto masculino fertiliza para que crezcan los centros cerebrales relacionados con el sexo que hay en el hipotálamo. En la pubertad se registra una nueva afluencia copiosa de testosterona que robustece y amplía otras conexiones cerebrales del hombre, las cuales proporcionan información a los centros sexuales, que incluyen los sistemas visual, olfativo, táctil y cognitivo. Cuando la testosterona aumenta por veinticinco, entre los nueve y los quince años, alimenta estas conexiones sexuales más grandes del cerebro masculino para el resto de su juventud.


INCIPIT 1.490. EL CEREBRO FEMENINO / LOUANN BRIZENDINE


Prólogo

En su día escribí este libro con el ánimo de introducir a la gente en otra realidad: la naturaleza y la experiencia del cerebro femenino. Hoy por hoy, en una época en que la salud y el bienestar de las mujeres están cada vez más amenazados, necesitamos más que nunca abrazar de nuevo estos profundos conocimientos científicos.

Desde el principio la respuesta por parte del público fue sorprendente y abrumadora. El cerebro femenino llegó a la lista de best-sellers de The New York Times, vendió cerca de un millón de ejemplares y se tradujo a más de treinta idiomas. Ha sido un inmenso privilegio para mí viajar por todo el mundo con el objetivo de hablar y deliberar con gobiernos, escuelas, empresas y fundaciones sobre las particularidades del cerebro femenino.

Apenas unas semanas después de la publicación del libro, en agosto de 2006, el canal ABC News y yo produjimos un innovador documental sobre las diferencias entre el cerebro femenino y el masculino dentro del programa 20120. En 2017, el libro inspiró un largometraje: El cerebro femenino, una comedia romántico-científica, dirigida y protagonizada por Whitney Cummings, que cuenta con la interpretación de Sofia Vergara. Los documentales y las películas ayudan a difundir el mensaje.


INCIPIT 1.489. UN HOMBRE BAJO EL AGUA / JUAN MANUEL GIL


Él estaba en cuclillas sobre uno de los muros de la balsa de piedra y corría el verano de 1993.  Yo atravesaba un bancal del Paraje de la Costumbre cuando lo vi de espaldas, con el cuello tenso y estirado, mirando fijamente el agua estancada. Apenas tardé unos segundos en reconocerlo. Era Iván, el Tusmadres, un gilipollas medio trastornado, íntimo amigo de las cosas ajenas, nueve años mayor que yo -que entonces acababa de cumplir catorce-, del que alguna vez había tenido que salir huyendo porque le daba por desordenarles las vértebras a los zagales del barrio. Sin cambiar de postura, como si fuera un lagarto en alerta máxima, giró la cabeza y me habló.

-Tú, capullo, ven aquí.

Estuve a punto de echar a correr rambla abajo. Aún hoy no sé por qué obedecí. Quizá aquella fue una de las primeras decisiones insensatas de cuantas estaban por llegar a mi vida.


LA PATERNIDAD


El cerebro femenino, L. Brizendine, p. 136

Los científicos creen que el orgasmo puede actuar como una «competición de espermas», mediante la cual los cuerpos y los cerebros femeninos escogen un vencedor.  

Se sabe de antiguo que las contracciones musculares y la succión uterina asociadas con el orgasmo femenino tiran del esperma a través de la barrera mucosa cervical. En un informe publicado acerca de la fuerza de la succión orgásmica hacia el cérvix, un médico reseñó que las contracciones uterina y vaginal de una paciente durante el sexo con un marino le habían hecho succionar el condón. En el cnrso de la exploración el condón se halló dentro del diminuto canal cervical. Esto indica que el orgasmo femenino puede funcionar para tirar del esperma acercándolo al óvulo. Los científicos han descubierto que, cuando una mujer llega al clímax en cualquier momento comprendido entre un minuto antes y cuarenta y cinco minutos después de que su enamorado eyacule, retiene mucha más cantidad de esperma que si no experimenta el orgasmo. La falta de orgasmo significa que penetrará menos esperma en el interior del cérvix, portal de entrada del útero donde está esperando el óvulo. Mientras que al hombre le preocupa no satisfacer como amante a la mujer -por el temor de que ella se aparte o no quiera volver a tener relaciones sexuales con él-, las mujeres orgásmicas pueden, en realidad, proponerse algo mucho más inteligente. Con sus orgasmos, una mujer decide qué pareja será el padre de sus hijos.


EL AMOR


El cerebro femenino, L. Brizendine, p. 113

Enamorarse es una de las conductas o estados cerebrales más irracionales que cabe imaginar tanto entre los hombres como entre las mujeres. El cerebro se vuelve “ilógico” en el umbral de un nuevo romance, literalmente ciego a las deficiencias del amado. Es un estado involutario. Estar enamorado hasta la médula, o el llamado amor loco, forma un estado cerebral documentado en la actualidad. Esa suerte de amor convive en los circuitos cerebrales con estados de obsesión, manías, embriaguez, sed y hambre. No es una emoción, pero intensifica o disminuye otras emociones. Los circuitos del enamoramiento son ante todo un sistema de motivación que es diferente del área cerebral del impulso sexual, pero se superpone con la misma.

Los circuitos cerebrales que se activan cuando estamos enamorados encajan con los del drogadicto que ansía desesperadamente la siguiente dosis. La amígdala -el sistema de alerta ante el miedo del cerebro-y el córtex cingulado anterior -el sistema cerebral de la inquietud y del pensamiento crítico- se ponen patas arriba cuando los circuitos del amor corren a toda marcha. Algo muy parecido acontece cuando la gente consume éxtasis: la precaución normal que tienen los humanos ante los extraños se desconecta y se sintonizan los circuitos del amor. Es decir, el amor romántico es una manera natural de «colocarse». Los síntomas clásicos del amor temprano se asemejan a los de los efectos iniciales de drogas como anfetaminas, cocaína y opiáceos: heroína, morfina y oxicodona. Estos narcóticos disparan el circuito cerebral de la recompensa, causando descargas químicas y efectos similares a los del romance. De hecho, hay algo de verdad en la idea de que la gente puede volverse adicta al amor. Las parejas románticas, en particular en los primeros seis meses, anhelan el sentimiento extasiado de estar juntos y pueden sentirse totalmente dependientes el uno del otro. Estudios sobre el amor apasionado muestran que este estado cerebral dura más o menos de seis a ocho meses.


EL ORGASMO FEMENINO


El cerebro femenino, L. Brizendine, p. 132

Desde la alardeada aparición del Viagra en 1998, se ha enardecido el interés científico en las diferencias de sexo. Las compañías farmacéuticas se han volcado intentando encontrar una píldora o parche que pueda encender de manera fiable el deseo femenino. Hasta ahora han fracasado todos sus esfuerzos para descubrir un viagra rosa. En 2004 Pfizer terminó oficialmente su esfuerzo de ocho años para demostrar que el Viagra aumentaba el flujo de sangre hacia el clítoris y, por ende, aumentaba el placer sexual de las mujeres.

Sabemos con certeza que, así como el cerebro femenino no es una versión menor del cerebro masculino, el clítoris tampoco es un pene pequeño. El conjunto de tejidos que rodean la abertura vaginal, la uretra y el tercio exterior de la vagina está conectado por nervios y vasos sanguíneos hasta el extremo del clítoris, de modo que todos estos tejidos a la vez son causantes de la excitación que conduce al orgasmo. Algunas mujeres se refieren a esta área como su anillo de fuego.

En contra de lo que creía erróneamente Freud, no existe un orgasmo vaginal contrapuesto al clitoriano. Durante casi un siglo la teoría freudiana hizo creer a las mujeres que eran inadecuadas o un tanto incompletas si «sólo» tenían orgasmos clitorianos. Freud ignoraba la anatomía del clítoris o la del cerebro femenino. Los neurocientíficos han descubierto que la vagina está conectada con el clítoris y, por consiguiente, el orgasmo femenino corresponde por completo a este órgano único, el cual está conectado a su vez con los centros cerebrales del placer. El clítoris, en realidad, es el cerebro que hay por debajo de la cintura. Sin embargo, la actuación no corresponde por completo a la zona de debajo de la cintura, ni se guía del todo por factores psicológicos. Para el neurocientífico moderno, lo psicológico y lo fisiológico no son diferentes; son sólo las caras opuestas de la misma moneda.


LA PAREJA


El cerebro femenino, L. Brizendine, p. 110
Los hombres podrán saberlo o no de manera consciente, pero sus cerebros sí saben que la fertilidad femenina les ofrece la más alta remuneración reproductiva para su inversión. Con decenas de millones de espermatozoides, los hombres son capaces de producir un número casi ilimitado de descendientes, en tanto que cuenten con suficientes mujeres fértiles para mantener relaciones sexuales con ellas. Como resultado, su principal tarea consiste en emparejarse con mujeres que puedan ser fértiles y reproducirse. Hacerlo con mujeres estériles supondría un derroche de su haber genético futuro. De este modo, durante millones de años el circuito cerebral masculino ha evolucionado para fijarse en mujeres que den rápidas señales visuales de fertilidad. La edad, desde luego, es un factor importante; la salud es otro. El alto nivel de actividad, el porte juvenil, los rasgos físicos simétricos, la piel suave, el cabello lustroso y los labios llenos por el estrógeno son signos fácilmente observables de la edad, la fertilidad y la salud. Por tanto, no es raro que las mujeres busquen los efectos moldeadores de las inyecciones de colágeno y el tratamiento antiarrugas que proporciona el bótox.

Las formas son también un notable indicador de la fertilidad, a pesar de los implantes en los senos. Antes de la pubertad, varones y hembras tienen formas corporales, y proporción entre cintura y caderas, muy similares. Tan pronto entran en acción las hormonas reproductivas, las mujeres sanas desarrollan formas más curvas con cinturas que son más o menos un tercio más estrechas que las caderas. Las mujeres de este tipo tienen más estrógeno  y quedan embarazadas más fácilmente a una edad más temprana que las que tienen cinturas de tamaño más parecido a las caderas. Un talle fino da indicio instantáneo de la disponibilidad reproductiva de una mujer, puesto que la preñez altera de manera radical su perfil.La reputación social es también un factor que pesa a menudo en la evaluación que hacen los varones, puesto que los que tienen más éxito en la reproducción necesitan también elegir mujeres que se emparejen sólo con ellos. Los hombres quieren estar seguros de su paternidad y asimismo poder contar con las aptitudes maternales de una mujer para garantizar que su descendencia prospere.


INCIPIT 1.488. LA DESAPARICION DE JOSEF MENGELE / OLIVIER GUEZ


El North King surca el agua cenagosa del río. Los pasajeros, que han subido a cubierta, escrutan el horizonte desde el amanecer, y ahora que las grúas de los astilleros y la línea roja de los tinglados perforan la bruma, unos alemanes entonan un canto militar, unos italianos se persignan y unos judíos rezan, pese a la llovizna, unas parejas se besan, el transatlántico arriba a Buenos Aires tras una travesía de tres semanas. Solo en la borda, Helmut Gregor cavila.

Esperaba que acudiera a buscarlo una lancha de la policía y así evitar los incordios de la aduana. En Génova, donde ha embarcado, Gregor ha suplicado a Kurt que le haga ese favor, se ha presentado como un científico, un genetista de altos vuelos, y le ha ofrecido dinero (Gregor tiene mucho dinero), pero el intermediario se ha zafado sonriendo: los favores de esa índole se reservan para los peces gordos, para los dignatarios del antiguo régimen, raramente para un capitán de las SS. Aun así, enviará un cable a Buenos Aires, Gregor puede contar con él.


INCIPIT 1.487. HACER LA GUERRA / SIMONE WEIL


No empecemos de nuevo la guerra de Troya

Vivimos en una época en que los peligros de ruinas y matanzas causadas por los conflictos entre grupos humanos superan con creces la seguridad relativa que proporciona a los hombres cierto dominio técnico de la naturaleza. Si el peligro es tan grave, sin duda se debe, en parte, al poder de los instrumentos de destrucción que la técnica ha puesto en nuestras manos; sin embargo, estos instrumentos no se han hecho solos, y no es de recibo hacer que una situación de la que somos los únicos responsables recaiga sobre la materia inerte. Los conflictos más amenazadores tienen un carácter común que podría tranquilizar a unas mentes superficiales, pero que, pese a las apariencias, constituyen su verdadero peligro: no tienen un objetivo definible. A lo largo de la historia humana se puede comprobar que los conflictos más encarnizados son, con diferencia, aquellos que no tienen objetivo. Esta paradoja, bien mirada, es quizá una de las claves de la historia; no hay duda de que es la clave de nuestra época.


Los huesos de Mengele


La desaparición de Jospe Menguele, p. 241

Los huesos de Mengele fueron legados a la medicina brasileña en marzo de 2016.

Con sus restos abandonados a las manipulaciones de los médicos aprendices de la Universidad de Sao Paulo: así concluye la fuga de Josef Mengele, más de setenta años después de finalizar la guerra que aniquiló a un continente culto y cosmopolita, Europa. Mengele o la historia de un hombre sin escrúpulos y alma acerrojada, impregnada de una ideología venenosa en una sociedad desquiciada por la irrupción de la modernidad. A esa ideología le cuesta poco seducir al joven médico ambicioso, embaucarlo con sus mediocres inclinaciones, la vanidad, la envidia, el dinero, hasta inducirlo a cometer crímenes abyectos y a justificarlos. Cada dos o tres generaciones, cuando se agosta la memoria y desaparecen los últimos testigos de las masacres anteriores, la razón se eclipsa y otros hombres vuelven a propagar el mal.

Aléjense de nosotros los sueños y las quimeras de la noche.

Desconfianza, el hombre es una criatura maleable, hay que desconfiar de los hombres.


1967


La desaparición de Josep Menguele, p. 182

Temblando de frío e impotencia en su mísero mirador, contempla la luna roja camuflada tras nubes negruzcas cargadas de lluvia. Esa noche de septiembre de 1967, Mengele presiente que ha perdido. No entiende ya nada de un mundo que se le escapa y al que ya no pertenece, un mundo que lo ha expulsado, a él, el «cochero del diablo». Durante todo el invierno austral ha visto en la televisión a los jóvenes alemanes cuestionar el orden ancestral, la disciplina, la jerarquía, la autoridad, pedir cuentas a sus padres; ha visto a melenudos desmadrados bailar en el Summer of Love de San Francisco e irse a Katmandú, a blancos defender a los negros en Norteamérica. Lo descomponen los artistas contemporáneos alemanes, las primeras comunas aparecidas en Colonia, Múnich y Berlín Oeste, Beuys y sus esculturas sociales de carbón, residuos y hierro oxidado, el movimiento Zero, Richter, Kieffer, los accionistas vieneses, Bms, Muehl, Nitsch, que se laceran la piel y manchan sus lienzos con sangre, y los músicos psicodélicos cuyos sintetizadores contestatarios, flautas y percusiones liberadoras entierran el lirismo wagneriano. Sus melopeas cósmicas exploran las entrañas del alma alemana y claman su desesperación pisoteando el pasado. Obsesionados por la guerra, artistas plásticos, pintores y músicos abandonan la Alemania del eufemismo, su hipocresía y sus mentiras, Alemania y su furor iconoclasta, cámara de tortura, lodazal de los pecados humanos, Alemania, a la que asocian con el panel derecho del Jardín de las delicias del Bosco, con el infierno y el diablo, el foco de la gran peste que acaba de devastar Europa.


MEDICOS DE AUSCHWITZ


La desaparición de Josep Menguele, p. 163

Ese día Mengele está amargado. Se lamenta de su suerte, como siempre, sin remordimientos ni pesar, y descarga su hiel en sus cuadrúpedos y en los baobabs de la selva virgen, que murmura y canta pero no le escucha. Al llegar a un calvero, se sienta en un tronco, la cabeza entre las manos, y piensa en sus colegas de Auschwitz, los veinte médicos destinados al campo. Horst Schumann esterilizaba a hombres y mujeres irradiándoles rayos X antes de castrar a los primeros y someter a una ovariotomía a las segundas. Carl Clauberg implantaba fetos de animales en el vientre de sus cobayas humanas y las esterilizaba inyectándoles sustancias a base de formol en el sistema genital. El farmacéutico Víctor Capesius birlaba las prótesis dentales aún sangrantes de los deportados asesinados para venderlas fuera del campo. Friedrich Entress inoculaba el tifus a los prisioneros y los eliminaba mediante inyecciones intracardiacas de fenol. August Hirt inyectaba hormonas a los homosexuales y asesinaba para establecer una tipología del esqueleto judío. Y de todos los demás que cometían barbaridades en el campo (trescientos cincuenta profesores de universidad, biólogos, médicos) y habían participado en el programa T4 de eutanasia, ¿qué había sido de ellos? Algunos se habían dado muerte o fueron condenados en los procesos de Núremberg, pero la mayoría se había escurrido entre las mallas de la red, habían retornado a la familia y a la sociedad civil y habían reemprendido su carrera, Mengele lo sabía y se ponía enfermo.


BORGES


La desaparición de Josep Mengele, p. 31

Los Perón quieren emancipar Argentina y anuncian una revolución estética e industrial, un régimen plebeyo. El presidente Perón atruena y vitupera, en la radio, ante las masas hechizadas, gesticula y fanfarronea, promete el fin de la humillación, de la dependencia, y una vida maravillosa, el gran salto: es el salvador, el justicialismo peronista logrará que Argentina figure en los libros de historia.

Perón es el primer político que sacude a la vetusta sociedad colonial argentina. Como secretario de Estado, ha mimado a los trabajadores; como presidente, impulsa los servicios públicos con el apoyo de la CGT, integrada en el inmenso aparato estatal. Crecimiento y autosuficiencia, orgullo y dignidad: Perón quiebra los privilegios de la oligarquía, planifica sus sueños de grandeza, centraliza y nacionaliza los ferrocarriles, el teléfono, los sectores estratégicos hasta ahora en manos de los extranjeros.

Evita es el icono de la modernización radical en ciernes. Vestida de gala, la madona de los pobres recibe a delegaciones sindicales, visita hospitales y fábricas, inaugura ramales de carretera, reparte prótesis dentales y máquinas de coser, arroja fajos de pesos por las  ventanillas del tren en el que recorre infatigablemente el país. Crea una fundación de ayuda a los descamisados, a todos los desheredados, y propaga el bondadoso mensaje peronista en el extranjero ante las multitudes que la aclaman. En 1947, durante su Gira del Arcoíris, la reciben el Papa y varios jefes de Estado. Los Perón, mediadores del pueblo y de la voluntad divina, consolidan el orden nuevo, nacionalista y autoritario. Purgan la universidad, la justicia, la prensa, la administración; triplican los efectivos de los servicios secretos, hombres de gabardina beis y traje oscuro. Perón vocifera: «¡Alpargatas sí; libros no!»: despedido de su puesto en la biblioteca municipal de Buenos Aires, Jorge Luis Borges es ascendido a inspector nacional de aves de corral y conejos.


Nicolás Mauricio de Tolentino derriba a Bernardino della Ciarda en la Batalla de San Romano


Un hombre bajo el agua, Juan Manuel Gil, p.280

Las tres tablas representan tres momentos distintos de la batalla que en 1432 libraronlos florentinos, comandados por Nicolás de Tolentino, y los sieneses, liderados por Bernardino della Ciarda. La victoria acabó cayendo del lado de los primeros. En la actualidad, cada una de esas pinturas se conservan por separado. La primera, en la National Gallery de Londres. La segunda, en el Museo del Louvre de París. Y la tercera, quizá la más emblemática, en la Galería Uffizi de Florencia.

Esta última, cuyo título es Nicolás Mauricio de Tolentino derriba a Bernardino della Ciarda en la Batalla de San Romano, se ha convertido en una obsesión. He examinado durante horas, quizá días, esa última tabla de Uccello. Mandé imprimir una copia con la máxima resolución posible, la enmarqué y la colgué frente a mi mesa de trabajo. Mientras escribo estas líneas minimizo -casi suspendo- mi respiración para sentir el ruido primero de la batalla.

En el flanco izquierdo de la tabla, Nicolás de Tolentino, a lomos de un caballo rojo, golpea con su lanza el pecho metálico de Bernardino della Ciarda, que es descabalgado de su caballo blanco, y ya busca para siempre el alivio del suelo. Junto a ellos, soldados de uno y otro bando se enfrentan blandiendo estandartes, trompetas, lanzas, hachas, espadas y arcos. Emplean con brío sus piernas, brazos y puños en el corazón de una ceremonia que, a esas alturas, ya no tiene ni lógica ni estrategia. Solo espasmo y ceguera. Otros, en cambio, lejos de estremecerse, yacen muertos junto a sus caballos a la espera de que llegue un nuevo y rojo amanecer. Al fondo, en inmensa y hermosa perspectiva, las liebres y los galgos huyen atravesando las tierras  de cultivo, en busca de la espesura del refugio.


INCIPIT 1.486. LOS IMPOTENTES / NICOLAS GIACOBONE


l. PANMAYER

No sabe adónde ir. No saber adónde ir es importante. Cada paso, un paso hijo del azar.

Falso. Cada paso es una decisión. Aunque no sepa dónde va, tiene que decidir hacia dónde apuntar el pie. Hay una táctica detrás de cada paso. Una táctica inmediata y no demasiado analizada, pero táctica al fin. Cada decisión es una decisión táctica.

Su plan no es perfecto. Emilia decía que aspirar a la perfección es inhumano pero que al mismo tiempo no nos queda otra.

Alguien le pregunta a alguien la hora y Pan apura el paso. No le importa la hora. No tiene que importarle. Solo sabe que es de día y no debe faltar mucho para que anochezca. Sabe que es lunes porque ayer, que aún chequeaba el día y la hora, era domingo. Espera no tardar en olvidar qué día y hora es.

Dobla a la derecha y enfila hacia algún lado. Le cuesta no imaginar posibles planes para lo que queda del día. Es difícil no imaginar posibles planes. El pensamiento es tan suyo como ajeno. Ya no va a intentar someterlo, que lo lleve donde quiera, que lo ponga de rodillas y lo azote con imágenes aterradoras.


INCIPIT 1.485. BIOGRAFIA DE X / CATHERINE LACEY


El primer invierno desde su muerte parecía que todos los días, durante meses, fuesen húmedos y luminosos -siempre como si acabase de llover, aunque era incapaz de recordar la lluvia- y yo bajaba en tren a la ciudad un par de días a la semana, buscando ( o esa impresión daba) un edificio en el que poder entrar y desde el que lanzarme, una tarea sobre la que nunca lograba determinar del todo si de verdad iba en serio, pues me parecía que la seriedad de cualquiera que buscase algo así no se veía hasta que llegaba el momento de despegar el cuerpo de la acera. Con tantos atentados recientes, la seguridad se había endurecido en todas partes, claro; había que tener permiso o invitación para entrar en cualquier edificio y yo nunca tuve nada de eso, pues no era nadie en particular, era alguien fuera de sitio. Cada día una persona y media se quita la vida en la ciudad y yo la buscaba -a esa persona o a la media-, pero nunca vi ni una ni media por mucho que buscase y esperase, con paciencia, con tanta paciencia, y tras cierto tiempo me planteé si quizá no las encontraba porque yo era una de ellas, o la una o la media.

Una noche, aún viva, en Penn Station para coger un tren que iba hacia el norte, le pregunté a un hombre de aspecto serio si tenía hora. Hora tenía, tiempo, sí, pero no espacio, ya que se había exiliado de Estambul hacía años y nunca había tenido el valor de cambiar la hora, y al mirar a aquel desconocido a la cara vi mis propios ojos devolviéndome la mirada, pues yo tampoco era capaz de desgajarme del lugar de mi destierro. Nos despedimos enseguida, pero jamás lo he olvidado.


BORGES


La desaparicón de Josef Menguele, p. 74

Apostado ante su mueble-radio, Gregor escucha la voz marcial de Aramburu, que remacha: «Será castigado con una pena de seis meses a tres años de cárcel todo aquel que haya colocado en lugar visible imágenes o esculturas de él, el tirano fugitivo, y de su cónyuge difunta, todo aquel que haya pronunciado en público palabras o expresiones tales como Perón, peronismo, tercera vía, y haya loado los méritos de la dictadura caída ... ». En nombre de la revolución libertadora, los líderes sindicales son detenidos y millares de funcionarios destituidos. Todos los lugares ( ciudades, barrios, provincias, calles, estaciones de tren, plazas, piscinas, hipódromos, estadios, dancings) que ostentan los nombres de los Perón son rebautizados; las pequeñas Evitas cambiarán de nombre de pila. La fundación es clausurada, sus sábanas quemadas, la cubertería fundida, las estatuas son retiradas, y los ciclomotores y adornos, exhibidos para mostrar el vicio y la codicia de la pareja derribada. Desaparece el cuerpo embalsamado de Evita. Borges es nombrado director de la Biblioteca Nacional y profesor de la Facultad de Letras de Buenos Aires. Perón encuentra refugio en Panamá, un exilio dorado, cabarés, cigarrillos, whisky, guapas jóvenes, y se enamorisca de una artista de variedades


EICHMANN


La desaparición de Josef Menguele, Olivier Guez, p. 68

Siempre vestido con elegancia y de humor jovial, Gregor goza de buena reputación entre la comunidad alemana de Buenos Aires. Considerado de gran talla intelectual, trufa sus frases con citas de Fichte y de Goethe. Las mujeres alaban su cortesía casi ceremoniosa y su notable cultura germánica. Dentro de esa comunidad, sólo en un hombre no opera su encanto. Se lo presentó Sassen un día en que Gregor almorzaba en el ABC, en su reservado habitual, bajo el blasón de Baviera. Cuando saludó a aquel tipo de frente despoblada y toscamente vestido, supo de inmediato que no podrían entenderse. La mano de Ricardo Klement estaba húmeda, protegían su mirada oblicua unas gruesas gafas que llevaba torcidas.

Aquel día, Sassen no pudo evitar revelar a los interesados la auténtica identidad de ambos. Adolf Eichmann, le presento a Josef Mengele ; Josef Mengele, éste es Adolf Eichmann. Al segundo, a Eichmann, el nombre del primero no le dice nada. El gran mandamás del Holocausto se ha cruzado con cientos y con miles de capitanes y médicos. Mengele es un verdugo de pacotilla, un mosquito a ojos de Eichmann, quien se lo hizo notar de forma manifiesta durante ese primer encuentro, poniendo especial cuidado en recordarle su deslumbrante trayectoria en la cima de los arcanos del Tercer Reich, el aplastante peso de sus responsabilidades, su poder: «¡Todo el mundo sabía quién era yo! Los judíos más ricos me besaban los pies para salvar la vida».


PERONISMO


La desaparición de Josef Menguele, Olivier Guez, p. 41


Alemania e Italia le fascinan desde el ascenso de Mussolini al poder, a comienzos de la década de 1920. Como todos los lanzadores de boleadoras de su generación, a Perón le entusiasman las hazañas de Italo Balbo y de Francisco de Pineda, los fascistas voladores, esos intrépidos aviadores que fustigan el éter estrellado para enlazar Roma con Sudamérica. Perón escucha la voz del Duce difundida en las ondas argentinas y corre a ver al cine Palace Un hombre, un pueblo. Mussolini le impresiona: un dirigente investido por la Providencia para salvar una nación y hacer estallar el continuum de la Historia.

Descubre Italia en 1939 siguiendo una formación del ejército fascista y como agregado militar en la embajada de Argentina en Roma. Durante dos años viaja, se informa y toma notas: está convencido de hallarse en el corazón de una experiencia histórica inédita desde la Revolución francesa, la fundación de una democracia popular auténtica. Mussolini ha conseguido que converjan fuerzas dispersas hacia el objetivo que él les ha fijado, el socialismo nacional. El 10 de junio de 1940, el ejército italiano entra en guerra. Desde el balcón de la Piazza Venezia, el Duce enfervoriza a una inmensa multitud ante un Perón ataviado con uniforme de gala.


GREGOR

La desaparición de Josep Mengele, Oliver Guez, p.22

Gregor piensa en otro damero, barracones, cámaras de gas, crematorios,vías férreas, donde pasó sus mejores años como ingeniero de la raza, una ciudad prohibida sumida en el olor acre de carne y pelo socarrados y rodeada de torretas y alambre de espino. En moto, en bicicleta y en coche, circulaba entre las sombras sin rostro, infatigable dandi caníbal, botas, guantes y uniforme deslumbrantes, gorra levemente inclinada. Cruzar su mirada y dirigirle la palabra estaba prohibido; sus propios camaradas de la Orden Negra le temían. En la rampa donde se clasificaba a los judíos de Europa, ellos estaban borrachos, pero él permanecía sobrio y silbaba entre dientes compases de Tosca con una sonrisa. No abandonarse nunca a un sentimiento humano. La piedad es una debilidad: con un movimiento del fino bastón, el omnipotente sellaba la suerte de sus víctimas, a la izquierda la muerte inmediata, las cámaras de gas, a la derecha la muerte lenta, los trabajos forzados o su laboratorio, el mayor del mundo, que él alimentaba con «material humano idóneo» (enanos, gigantes, tullidos, gemelos) con la llegada diaria de los convoyes. Inyectar, medir, sangrar; descuartizar, asesinar, practicar autopsias: a su disposición, un zoo de niños cobayas con el fin de desvelar los secretos de la gemelaridad, de producir superhombres y de acrecentar la fecundidad de las alemanas para poblar algún día con campesinos soldados los territorios del Este arrancados a los eslavos y defender la raza nórdica. Guardián de la pureza de la raza y alquimista del hombre nuevo: después de la guerra le esperaban una formidable carrera universitaria y el reconocimiento del Reich victorioso.


Los justos


No callar, Javier Cercas, p. 682

Veinte años hace que mi madre me pide que escriba este artículo. El artículo empieza con una película: Los sobornados, de Fritz Lang; mejor dicho: empieza con una escena de esa película. Hagan memoria: Glenn Ford es Dave Bannion, un sargento de policía felizmente casado y con una hija pequeña, que vive en una ciudad estrangulada por una banda de mafiosos cuyo capo es un tal Mike Lagana. Un día, en el curso de la investigación del suicidio de un compañero, Bannion topa con los intereses de Lagana y descubre de golpe la realidad, y es que el mundo es un lugar atroz saturado de aníbales y de montones incalculables de basura: asesinan a su mujer, pierde su trabajo y su casa, sus amigos lo abandonan, vive en un hotel de mala muerte, está solo. Entonces llega la escena. Temiendo con razón que Lagana haya decidido apoderarse de su hija, el exsargento acude precipitadamente a casa de su cuñado, donde se halla refugiada, y allí descubre que un puñado de hombres, antiguos compañeros de armas de su cuñado, monta guardia para defenderla: están viejos, calvos y gordos, y lo saben, y se ríe de que están gordos, calvos y viejos, pero también saben que están dispuestos a partirse la cara con quien sea por la hija de un tipo al que ni siquiera conocen. Bannion los mira, atónito, y no dice nada, pero nosotros sabemos lo que se está preguntando en silencio ¿quién demonios son esos tipos? ¿De qué extraña materia están hechos? ¿Qué van a ganar echando una mano a un muerto de hambre cuya vida tiene el mismo valor que la de una cucaracha? ¿No habíamos quedado en que el mundo era un lugar atroz saturado de caníbales y de montones incalculables de basura?

Hace veinte años estuve durante unos segundos con un tipo que estaba hecho de la misma extraña materia que los viejos soldados que salvan la vida de la hija de Bannion. Por entonces yo era muy joven y acababa de terminar la carrera y estaba solo en una gran ciudad y aún no había descubierto cómo funciona el mundo, pero me ganaba la vida en el Ayuntamiento de Barcelona con el único trabajo serio que he tenido nunca: traduciendo textos escritos en lenguas que no entendía a una lengua que no sabía escribir. Una tarde, al salir de mi trabajo, un tipo me paró mientras yo bajaba hacia la Rambla por la calle Ferran; me pidió algo, que tampoco entendí, y al pronto me vi rodeado por otros dos tipos como él. Era un mediodía radiante de julio, y supe al instante que estaba a punto de ocurrir algo que no iba a poder evitar. Pero, justo en aquel momento, un grito atronó la calle («iManolo!»), miré por entre el cerco amenazante que me rodeaba y vi, en mi misma acera, a un tipo con aire de albañil en paro, que hacía gestos en dirección a mí, y que volvió a gritar: «iManolo, coño!: vienes o qué?». Entonces, en un segundo de pánico, rompí el cerco y llegué hasta donde estaba el albañil, que echó a andar a mi lado mientras me decía: «No mires atrás». Con el corazón  latiéndome en la boca, seguí caminando por Ferran junto a él, y, una vez llegamos a la Rambla y sentí que había pasado el peligro, di las gracias, le pregunté cómo se llamaba. El tipo me miró y, por toda respuesta, dijo: «Hoy por ti y mañana por mí». Y se alejó Rambla abajo.


INCIPIT 1.484. LA REVELACION / AM HOMES


Miércoles, 5 de noviembre de 2008

Hotel Biltmore, bar de la segunda planta

Phoenix, Arizona

1.00 h

Esto no puede pasar aquí.

Lleva noventa minutos en el bar; han entrado y salido una docena de hombres que, tras ahogar sus penas y cerrar algún negocio, se van directos a la cama.

Tiene cuatro vasos de whisky delante: todos diferentes, ninguno vacío.

En una esquina hay un televisor encendido, sin sonido, el busto parlante encargado de hacer el análisis a posteriori estará en pantalla toda la noche. En la otra esquina, junto a la ventana, una pareja se morrea como si no hubiera un mañana. Y en mitad de la barra hay un chiflado que no para de mover con el pulgar la ruedecita de un Zippo, provocando chispas con el pedernal. «A prueba de viento», dice cada vez que prende la gasolina. «A prueba de viento.»

-Soy tan responsable como el que más -le comenta el Pez Gordo al barman-. Aunque sea por humildad, un hombre tiene que asumir la responsabilidad de sus fracasos.

-Suena como un acusado declarándose culpable -le dice el barman.

-Soy culpable.

-Nadie es profeta en su tierra, ningún médico atiende a sus propios familiares.


INCIPIT 1.483. LA FORJA DE UN HISTORIADOR / ANGEL VIÑAS


Una juventud en la España de Franco

Me parece un tanto irónico que en casa apenas se hablara de los tiempos pasados. Se aludía a lo mal que se había sentido nuestro padre, Arturo, durante la guerra por no encontrar tabaco a cómo un médico amigo les había ayudado de vez en cuando. Trabajaba en el hospital de sangre en que se había convertido el Hotel Palace. Nada que pudiera darnos una idea de la vida en el Madrid sitiado, salvo que aguantaron con muchas dificultades. Nunca supe si perteneció o militó en algún partido político, pero sí recuerdo que en casa se oían regularmente el servicio en español de la BBC y Radio España Independiente (REI) a la vez que, día tras día, se escuchaba lo que entonces se llamaba «el parte», es decir, las noticias de Radio Nacional de España que se emitían a la hora de la comida y de la cena.

NIÑEZ FELIZ

Se me han olvidado muchos detalles de mi niñez, pero no la primera vez que fui al colegio del barrio. Era una casona vetusta, a cincuenta metros de donde vivíamos en la calle Fúcar, hoy dentro del Barrio de las Letras madrileño. Nuestro piso estaba en un inmueble casi pegado a la calle de Atocha. En aquella escuela convivíamos en la misma aula numerosos chicos del vecindario, en varios grupos de edad. El maestro, don Eduardo, era un bonachón que me parecía ancianísimo y que no dudaba en aplicar la palmeta cuando alguno resultaba demasiado díscolo.


Una nueva vida


No callar, Jacier Cercas, p. 715

Siempre había oído decir que una separación es una experiencia desgarradora; ahora sé que es verdad: la mía lo ha sido. Todo empezó cuando hace unos meses un estudiante me preguntó durante una charla con qué diccionario trabajaba. La pregunta me sorprendió, pero enseguida comprendí que es la pregunta más seria que se le puede hacer a un escritor. «Todo está  predicho en el diccionario», dice Paul Valéry, y así es: un diccionario es un mapa del universo; también es un libro mágico: contiene casi todos los libros que se han escrito en una lengua, y casi todos los que se escribirán. Como cualquier escritor, yo convivo con un harén de diccionarios, pero uno de ellos me ha robado el corazón: es el que tengo siempre a mano, el primero que consulto, el único con el que mantengo una relación íntima; no es un diccionario, sino mi diccionario, el libro que más he leído en mi vida y que me define. La decimonovena edición del diccionario de la Real Academia, le respondí al estudiante. Me emocioné: llevaba más de treinta años conviviendo con ella, desde que mi padre me la compró a mediados de los años setenta, habíamos viajado juntos por dos continentes, por varias ciudades, por decenas de casas, y sin embargo era la primera vez que la mencionaba en público. No recuerdo de qué se habló durante el resto de la charla, pero sí que, al terminar, mi amiga la lingüista Avel.lina Suñer me dijo: Conque la decimonovena, ¿eh? Sí, contesté, exultante. Pues busca la definición que da de la palabra «mahometano», me retó. Y luego la que da de la palabra «cristiano». Y lee la definición que da de «marxismo». Y también la que da de «dólar». No me gustó el tonillo entre acusatorio y confidencial con que dijo todo esto, pero lo primero que hice al llegar a casa fue buscar la decimonovena.


BENETIANA

No callar, Javier Cercas, p. 649

Pero, en general, el filólogo y el escritor estaban, como digo, bastante alejados, y en particular lo estaban respecto a la Guerra Civil: el filólogo pensaba, como Juan Benet, que «la Guerra Civil fue, sin duda alguna, el acontecimiento histórico más importante de la España contemporánea y quién sabe si el más decisivo de su historia», y no se cansaba de leer al respecto; el escritor, en cambio, tendía a pensar -como por aquella época lo pensaban casi todos los escritores o cineastas españoles de su generación- que la Guerra Civil era un tema agotado, estaba harto de novelas y películas casposas sobre ella y sentía que aquel eterno conflicto no le atañía y que en todo caso era incompatible con la distancia irónica, el espíritu lúdico y el escepticismo  irreverente consustanciales al nuevo instrumental técnico que estaba tratando de perfeccionar en sus novelas. Esta incompatibilidad pareció quedar definitivamente probada cuando, poco antes de acometer Soldados de Salamina, intenté una novela sobre la Guerra Civil y, después de escribir ciento cincuenta páginas, comprendí que estaba escribiendo otra maldita casposa novela sobre la Guerra Civil y tomé la sabia decisión de arrojarla a la papelera.


K


No callar, Javier Cercas, p. 568
Al final de El proceso, dos hombres con levita y sombrero de copa, pálidos, y corteses, van a buscar a su casa al protagonista. K. ignora quiénes son, pero -exhausto después de pasarse días y días perdido en un laberinto de covachuelas absurdas y oficinas desoladas, tratando en vano de averiguar cuál es el delito del que se le acusa- los sigue sin protestar. Los dos hombres lo llevan a una cantera y al le clavan un cuchillo en el corazón y, antes de morir, K. ve cómo aquellos dos hombres, mejilla contra mejilla, le miran morir y piensa, «como si la vergüenza debiera sobrevivirlo», que está muriendo igual que un perro. […] El universo de Kafka, lo sabemos, es un universo sin esperanza: imposible resistirse al horror de ver en la muerte pública y atroz de K un emblema o un espejo o una prefiguración de nuestra propia muerte; el universo de Buzzati es, en cambio, un universo esperanzado: imposible resistirse a la ilusión de que la muerte secreta y nobilísima de Drogo sea un emblema o un espejo o una prefiguración de nuestra propia muerte. Aunque seamos incapaces de concebir una vergüenza que nos sobreviva, íntimamente sabemos que Kafka dice la verdad, pero hay algo en nosotros -algo muy parecido al «temblor de rebelión agónica» del que hablaba Marlow- que se resiste a imaginar un mundo sin Buzzati

DFW


No callar, Javier Cercas, p.651

Me limitaré a citar, a propósito de ella, unas palabras de David Foster Wallace, que fue el primer escritor posmoderno en hacer una crítica radical del posmodernismo, aunque a la postre fuera incapaz de emanciparse de él -y de ahí en parte su tragedia-; sus palabras datan de 1990, once años antes de Soldados de Salamina, y están escritas pensando en sus compatriotas y sobre todo, sospecho, en sí mismo, pero me gusta pensar que algunas de ellas valen también para esta novela, o al menos para la conclusión de esta novela:

Los próximos rebeldes literarios verdaderos de este país podrían muy bien surgir como una extraña banda de antirrebeldes, mirones natos que, de alguna forma, se atrevan a retirarse de la mirada irónica, que realmente tengan el descaro infantil de promover y ejecutar principios carentes de dobles sentidos. Que traten de los viejos problemas  y emociones pasados de moda de la vida americana con reverencia y convicción. Que se abstengan de la autoconciencia y el tedio sofisticado. Por supuesto, estos antirrebeldes quedarían pasados de moda antes de empezar. Muertos en la página. Demasiado sinceros. Claramente reprimidos. Anticuados, retrógrados, ingenuos, anacrónicos. Quizá se trate de eso. Quizá esa es la razón de que vayan a ser los próximos rebeldes verdaderos. Los rebeldes verdaderos, por lo que yo sé, se arriesgan a ser desaprobados. Los viejos rebeldes posmodernos se expusieron a los chillidos de asco: al horror, al disgusto, al escándalo, la censura, las acusaciones de socialismo, anarquismo y nihilismo. Los riesgos actuales son distintos. Los nuevos rebeldes pueden ser artistas que se expongan al bostezo, a los ojos en blanco, a la sonrisita de suficiencia, al golpecito en las costillas, a la parodia de los ironistas y al «Oh, qué banal». A las acusaciones de sentimentalismo y melodrama. De exceso de credulidad. De blandura

He dicho que para Soldados de Salamina solo valen, o me gustaría que valiesen, algunas de estas palabras; añado que, si se retiran las alusiones a la ironía, los dobles sentidos y la autoconciencia, ojalá valgan todas.


HÉCUBA


Las troyanas de Eurípides

Tiembla la tierra, tiembla toda la ciudad al desplomarse. Tiembla mi cuerpo. Algo dentro de mí también se deshace. Siento por la sangre un rumor de ceniza. Abandono mi casa. Voy a vivir en la esclavitud, en el destierro. Troya, dejo ya tus bosques, los perros desvelados, la tierra que cuida de mis muertos. ¿Dónde amaneceré mañana? ¿Adónde iré? Qiizá el mar sea más seguro que esta tierra. Prosigue, Hécuba, ahora estás sola. Te abrasarás las palmas de las manos bajo los trenes, bajo los vagones. ¿Qué extraños palparán tu cuerpo desnudo, buscando qué? Dormirás en estaciones, en los campos embarrados, tú y todas las Hécubas de la tierra: las bocas sin palabras, los cuerpos perseguidos, los vientres castigados. Poco a poco tu idioma se convertirá en una cicatriz en tu lengua. Todas las palabras con las que nombraste por primera vez la vida -«madre, luz, agua»- te dolerán como pinchazos. Querrás hablar. Pero tu boca se llenará de arena. De noche, tras las alambradas, te despertará el mismo sueño. Una y otra vez, una y otra vez. Soportarás las miradas y sus palabras: ¿de dónde vienen?, ¿qué hacen aquí?, ¡traen la guerra en sus entrañas!, ¿los has visto? Apártate de ellos. Como a un fantasma avergonzado te despertará la luz y no será la luz. Pero aguantarás, en pie, desdichada Hécuba, como todas las Hécubas del mundo: detrás de las alambradas, en las barcas que el oleaje quiera tragar, en los campamentos de invierno; aguantarás, porque Troya está en ti y mientras tú vivas Troya seguirá viva; aguantarás y no habrá tiempo, ni fuego, ni mentira que la derrumbe; aguantarás, Hécuba, para que el silencio no siga al crimen, para que la última palabra no sea de ellos, para que no se queden con toda la luz de este mundo.


WIKIPEDIA

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