Pasolini, Miguel Dalmau, p. 348
Pero estas contradicciones no
deben hacemos perder de vista un hecho irrevocable: Pasolini amaba a la
juventud por encima de todo. Venía demostrándolo desde los lejanos días de
Casarsa, donde los alumnos pudieron gozar de su extraordinario magisterio
inaugurando una larga lista de jóvenes que se formaron al amparo de su luz.
Versuta, Valvasone, Ciampino, Donna Olimpia ... Solo años después el poeta
haría un balance de su experiencia docente en esta conclusión que se mantiene
incólume:
“Los chicos y los jóvenes son en
general seres adorables, llenos de esa sustancia virginal del hombre que es la
buena voluntad y la esperanza. En cambio, los adultos son en general unos
imbéciles, se han hecho viles e hipócritas, dependientes de las instituciones
sociales, en las que, creciendo, han llegado lentamente a quedar prisioneros.
Por eso el esquema de la crisis juvenil es siempre idéntico: se repite en cada
generación.”
Y aún irá más lejos en su juicio:
«Pienso que es necesario educar a las nuevas generaciones en el valor de la
derrota. En no ser un trepador social. Ante este mundo de ganadores vulgares y
deshonestos, de prevaricadores falsos, ante esta antropología del ganador
prefiero mil veces al que pierde». Antropología del ganador contra Apología del
perdedor. ¿ Qué maestro de los años sesenta, incluso de hoy mismo, hablaría
así? Solo un verdadero profeta que intuye los peligros que va a traer la
idolatría del triunfo para la humanidad.
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