La dialéctica
-A mí me gustaría estar a bien
con todos los animales -le recalcó la mujer a su hija.
Estaban sentadas en el arenal de
Sopot mirando hacia aquel mar gélido. El hijo mayor había ido al salón de los
videojuegos. Los gemelos estaban en el agua.
-¡Pues no lo estás! -exclamó la
hija-. ¡Ni mucho menos!
Era verdad. La mujer había dicho
la verdad en lo que respectaba a su intención, pero la niña también había dicho
la verdad con respecto a los hechos. Aun cuando la mujer solía evitar la
ternera, el cerdo y el cordero, comía con gran fruición pescado y otros
animales, en verano ponía papel atrapamoscas en la sofocante cocina del
minúsculo piso donde vivían y una vez (aunque eso su hija no lo sabía) le había
dado una patada al perro de la familia. Por aquel entonces estaba embarazada de
su cuarto hijo, y muy temperamental. El perro le parecía una responsabilidad
excesiva en aquellas circunstancias.
-No he dicho que lo esté. He
dicho que me gustaría estarlo.
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