Asombrados por el giro drástico
de su cine, los medios extranjeros se interesan cada vez más por las opiniones
de Pasolini. Ya no es solo la palabra de un director al uso que acude a los
festivales, sino de un intelectual cuyas ideas sorprenden, irritan, interpelan
al público. A decir verdad, no hay un solo director de cine con palabras tan
deslumbrantes fuera del plató. En junio de 1970, el director concede una entrevista
a Lui, legendario magazine francés para hombres. En el transcurso de dicha
entrevista, se le pregunta cuál es su definición del amor. Y Pasolini recoge el
guante. Vale la pena:
“Cuando falta el amor, la gente
deja de vivir. Es aniquilada. Es la melancolía, el final de todo. La sociedad
se ha dado cuenta y por eso se empeña tanto en exaltar el amor. Es una llave de
la productividad, porque sin el amor el hombre no puede producir. Pero, al
mismo tiempo, todo tipo de sociedad reprime el mundo sexual porque la energía
que gasta el ser humano en hacer el amor no va en beneficio del capital. Cada sociedad
es ante todo puritana. Nosotros creemos vivir en una época de completa libertad
sexual, pero es una ilusión. El día en que la humanidad alcance la
industrialización completa, asistiremos a la llegada de un drástico moralismo propio de las sociedades
más retrógradas y puritanas.”
Indudablemente Pasolini recoge
aquí los ecos de Eros y civilización, de Herbert Marcuse, pero su aportación
personal dibuja bastante nuestra época. En esta revista erótica se atreve a
decir que las relaciones sexuales que comenzaban a imponerse entonces -y que
son la marca de nuestro tiempo- no son otra cosa que una licencia del Poder que
nos recompensa, así, por nuestro esfuerzo laboral a favor de la
industrialización. La consecuencia terrible, claro, es que no se prioriza el
amor sino la satisfacción sexual. De este modo, la sociedad moderna nos impide
que conozcamos a fondo la potencia del amor y aplicarla de verdad en la vida.
Concluye: «La sociedad sugiere en el individuo un concepto falso de sus deseos
y de su libido. Quiere que el hombre tenga una idea equivocada del amor, como
la tiene de sí mismo».
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