Pasolini, Miguel Dalmau, p.472
“El rechazo ha sido siempre un
gesto esencial. Los santos, los eremitas, pero también los intelectuales,
aquellos pocos que hicieron la historia, son los que dijeron que no, y no los
cortesanos y los asistentes de los cardenales. Para ser efectivo, el rechazo ha
de ser total, no tiene que ser grande o pequeño, no sobre este
punto o aquel otro, ha de ser absoluto. “iCuántos artistas o intelectuales de
su época, también de la nuestra, están moviéndose como él en el planeta
inhabitable del rechazo total? Pasolini sigue interpretando ante Colombo esta
pieza que podría llamarse «Pavana para una humanidad difunta». Le dice al
entrevistador: «Yo solo pretendo que mires a tu alrededor y que percibas la tragedia.
iQpé tragedia? La tragedia consiste en que ya no hay seres humanos; hay
extrañas máquinas que chocan entre sí». Desde este ángulo Pasolini confiesa que
lo que le queda es él mismo, «estar vivo, estar en el mundo, ver, trabajar,
comprender». Evidentemente le gustaría asistir a una revolución, entendida como
un acto puro y directo de la gente oprimida que acaricia el sueño de ser libre,
de ser dueña de sí misma. En nombre de
esta revolución soñada advierte:
“Quiero decirlo con todas las
letras: desciendo al infierno y veo y conozco cosas que no alteran la paz de
los demás. Pero tened cuidado. El infierno está saliendo de vosotros. Es cierto
que llega con máscaras y banderas distintas; es cierto que sueña su propio
uniforme y su propia justificación. Pero es verdad, también, que el deseo de
ese infierno de dar palos y agredir, de matar, adquieren hoy más fuerza y se
extienden a todas partes.”
iDebemos recordar ahora que,
antes de seis horas, Pasolini será la víctima de esos palos que surgen del
Infierno? En todo caso el profeta no tiene rubor en señalar a los verdaderos culpables: «No os hagáis ilusiones. Vosotros
sois, con la escuela, la televisión, con la prensa mojigata, los grandes
guardianes de este orden horrendo basado en la idea de poseer y en la voluntad
de destruir». Antes de dar la entrevista por terminada, Pasolini declara algo
que sigue dando pábulo a demasiadas conjeturas: «No quiero hablar más de mí; ya
he hablado demasiado. Todos saben que pago personalmente el precio de mis experiencias. Pero existen mis libros y
mis películas. Quizá soy yo el que está equivocado. Pero sigo afirmando que
todos estamos en peligro». La voz se apaga. Será la última advertencia de
Pasolini. Todos estamos en peligro. Entonces y ahora.
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