Pasolini, Miguel Dalmau, p. 432
Al final este fenómeno de
homogeneización ha destruido los pueblos a cambio de un bienestar frágil y
dudoso. El verdadero fascismo, por tanto, es este poder de la cultura del
consumo que está destruyendo la tierra de nuestros mayores. Dice Pasolini:
“El proceso ha ocurrido tan
rápidamente que no nos hemos dado cuenta. Sucedió en estos últimos diez, veinte
años ... Ha sido una especie de pesadilla en la que hemos visto cómo Italia
desaparecía. Ahora, acaso, al despertarnos de esta pesadilla y mirando
alrededor, nos demos cuenta de que ya no
hay nada que hacer.”
La falta de esperanza no solo
obedece a este escenario, sino al hecho de que las personas que podrían obrar
el milagro ya han sido abducidas por el sistema desde la cuna. Cuando Pasolini
se lamentaba de la pérdida de los antiguos ritos, se refería también al hecho
de que los niños de hoy ya nacen consumidores. No hay una iniciación a la
sociedad de consumo: no hace ninguna falta. Los jóvenes tienen la misma
autoridad como consumidores que los ancianos. O más. Por tanto ya no es
necesario que los jóvenes sean personas educadas, decentes y con valores
humanos. Basta con que sean buenos consumidores, alimentando la rueda que
permite la producción tan necesaria para el sistema. Ello explicaría la grave
crisis pedagógica, por ejemplo, la perversión de la escala de valores, la
incultura, la superficialidad, la falta de verdadero compromiso político de la
masa juvenil, etcétera. Para el Nuevo Poder ya no es preciso que un individuo
se convierta en ciudadano libre. Al contrario, cuanto más esclava e inculta sea
la persona, más cerca estará del consumidor ideal. Esta nueva realidad se
convierte en la base de la obsesión del profeta. Pasolini dice en una
entrevista televisiva:
“Detesto todo lo que se refiere
al «consumo», lo odio en el sentido físico del término ... Tengo conciencia de
participar en el usufructo de esta sociedad que produce bienes de consumo. Pero
lo esencial es que yo compruebo ese asco en mí mismo. La antipatía que percibo
en mi fuero personal es tan insoportable que ya no consigo fijar mi mirada más
de unos instantes en una pantalla de televisión. Es una cosa física, me da náuseas.
Toda la cultura de consumo me resulta insoportable.”
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