En 2013, David Bowie, al lanzar
The Next Day, su primer álbum en diez años, cautivó a un mundo que durante
mucho tiempo había dado por hecho su retiro no anunciado. Esta negativa a cumplir
con las expectativas del público a la manera en que lo hacen los últimos
álbumes grabados en «piloto automático” por colegas suyos como los Rolling
Stones y los Who era una seña del individualismo con el cual había ganado
renombre. Un número 1 en el Reino Unido trepaba alto en Estados Unidos y
alcanzaba allí el número 2.
La única decepción fue que
decidiera no hablar con la prensa. Con el despuntar de los setenta, el hombre
nacido como David Robert Jones el 8 de enero de 1947 ingresaba en lo que por entonces
se conocía como la “lista de éxitos”sirviéndose de los alunizajes de “Space
Oddity”, su himno sobre “el sueño espacial que terminó mal”. En 1971,
promocionaba de mala gana Hunky Dory, un álbum tan bueno como para ser
reconocido ahora como un clásico de todos los tiempos, pero en el que Bowie
apenas estaba interesado en un momento en el que su energía creativa se enfocaba
en The Rise and Fall of Ziggy Stardust and The Spiders from Mars. La rareza del
largo título de esta obra de 1972 era representativa de un disco único que, si
bien desnudaba una inclinación hacia el estrellato, jugaba con los conceptos de
sexualidad y artificiode una forma en la
que ningún músico se había atrevido antes.
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