La vida a ratos, JJ Millás, p. 268
JUEVES. Estoy en la cafetería,
tomándome tranquilamente el gin-tonic de media tarde, cuando se sienta a la
mesa de aliado una pareja de novios. Ella es rubia y menuda, muy guapa. Él, a primera
vista, no se la merece. Al poco de sentarse, y después de que el camarero les
haya servido, la chica le pregunta al chico:
-¿Me seguirías queriendo si me
faltara una pierna?
-Te querría más -dice él.
-¿Y si me faltaran las dos?
-Si te faltaran las dos, te
adoraría.
-¿Y si además de las piernas me
faltara un brazo?
-Entonces te idolatraría.
-¿Y si me faltaran las dos
piernas y los dos brazos?
-Créeme que estaría loco por ti.
-¿Y si no tuviera cuerpo?
-Si no tuvieras cuerpo, mi amor
por ti carecería de límites.
Tras este diálogo absurdo, la
chica se queda pensando unos instantes para luego añadir:
-Si no tuviera cuerpo, no
existiría, imbécil. ¿Me estás diciendo que te molesta mi existencia?
El chico, desconcertado, mira a
su alrededor, como solicitando ayuda. Finalmente aduce:
-Mujer, lo decía por decir.
-Tú todo lo dices por decir.
A partir de ahí se enfangan en
una discusión de novios convencional, sin ningún interés. Una pena, pienso yo
pidiendo otra copa, porque ese comienzo habría merecido un mejor final. La vida
está llena de buenos comienzos.
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