Este editor se despierta en
general a las nueve y media. Aunque -no por justificarme, sino para situar el
tema- casi nunca apago la luz antes de las tres o las cuatro de la madrugada. Ya
en pie, dientes, ducha, desayuno liquido -zumo de naranja y café-, lectura más
o menos rápida de dos periódicos, y en Anagrama -a doce minutos a pie desde
casa, a tres o cuatro en coche- alrededor de las diez y media.
La organización de Anagrama es,
en gran medida, radial: despacho bilateralmente con las personas responsables de
área. Cuando entro, Marta, en la recepción, me informa de las llamadas, saludo
a la gente de administración -Noemí, Josep Maria, Paula, Emma y mi asistente
Cristina-, voy a mi despacho, Noemí me trae los e-mails, los faxes, el libro de
firmas con cosas urgentes. Después de un repaso rápido, primera parada en la “sala
de máquinas», la habitación donde están Izaskun, la responsable de producción
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