DELFOS. No sabría decir si fue el
exceso de luz o más bien el movimiento inusitado el primer indicio de lo que
estaba sucediendo. Mis dos o tres visitas anteriores habían transcurrido en la
penumbra, tal y corno a él le gustaba estar desde que fue ingresado. Y el que a
la hora de la cena se produjera semejante ajetreo de enfermeras a la intensa
luz proyectada por las puertas de su habitación abiertas de par en par, que
seccionaba transversalmente el largo corredor, no podía significar otra cosa.
Estaban retirando las sábanas, las toallas de baño, la instalación del gota a
gota, los medicamentos, la ropa, los objetos personales. ¿Es usted familiar de
don Leopoldo?, me preguntó alguien. Tenga la bondad de acompañarme; su tío
falleció no hace ni dos minutos y hay que tornar algunas decisiones. Mi consejo
es llamar cuanto antes al Servicio de Pompas Fúnebres. Siendo corno era soltero
lo más cómodo es que ellos se encarguen de todo.
El hecho de que en efecto fuera
soltero no simplificaba demasiado la situación, ya que tío Leopoldo vivía desde
siempre en compañía de tío Luis, ambos al cuidado de Carmen, a quien, a estas
alturas, ya no era posible seguir considerando una mera sirvienta.
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