Recuerdos del futuro, Siri Hustvedt, p. 222
Se precipitó detrás de mí y la
cerró. Yo me aparté, pero él me persiguió y me agarró por los hombros. Aullé o
grazné. Una voz aguda salió de mí, pero no fue un grito. Casi se me había
cerrado la garganta, pero luchaba por respirar. Ahora tengo que pensar con
claridad porque quiero reconstruir lo que pasó exactamente. No es fácil. Me
sujetó los brazos a los costados en un abrazo férreo, me aplastó la cara con la
suya y empezó a buscar mi boca con la lengua. Volví la cara y traté de zafarme,
y acudieron a mi mente las palabras «camisa de fuerza” Él era una camisa de
fuerza. “Quieres hacerlo -me dijo-. que quieres. He visto cómo me mirabas.
Estás hambrienta. Quieres hacerlo.” Me eché a llorar. Ese ruido como otro mundo
hizo que me avergonzara en cuanto empezó a salir de mi boca. Me pareció verlo
reverberar en el Me dio la vuelta con violencia, me tapó la boca una mano y me
siseó al oído: “¿Quién coño te has creído que eres? ¿Crees que puedes volverme
loco y luego dejarme tirado?”. Vuelvo a recordar cada palabra. Se me han quedado
grabadas en la conciencia. Me arrastró por el suelo. Perdí un zapato. Noté cómo
se me caía del pie, pero no lo vi. Le mordí la palma de la mano con tanta fuerza
que me dolieron los dientes. Él gritó. Hasta ahí estoy segura.
Luego debí de estamparme. Él
debió de estamparme contra la estantería. Me golpeé la cabeza. Caí. Me deslicé hasta
quedarme sentada en el suelo, con los pies descalzos delante de mí. Lo veía a
él, la habitación, los libros, todo en blanco y negro. Me fijé en que se había
sacado el pene de los pantalones: increíblemente delgado y empalmado. Lo ví con
claridad. Fanny lo llama “pene lápiz”. Yo nunca había visto ninguno. Su cara
furiosa. ¿De dónde salía esa rabia? Jadeaba con la cara roja mientras me miraba
con su aborrecible pene saliéndole de la bragueta abierta. El estribillo ya
había empezado: <
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