"¡Rasputín, Monge
Maldito!" Con este titular, acompañado por el retrato de mi abuelo en
primera plana, abrió su edición el primer periódico de nota roja de la ciudad
de Culiacán, Sinaloa, el 13 de marzo de 1962.
Cuatro años antes, apenas unos
dias después de que el último de sus hijos cumpliera los siete años, mi abuelo
se había levantado de madrugada, se había bañado con agua helada, había
desayunado los restos de la cena anterior -sin encender ninguna luz de la casa,
le gustaba recordar a mi abuela- y se había marchado, convencido de que lo
hacía para siempre.
Una hora más tarde, con el sol
todavía escondido tras la Sierra Madre, Carlos Monge McKey llegaría a la
cantera que por entonces regenteaba y que pertenecía al hermano de su esposa,
es decir, de mi abuela, Dolores Sánchez Celis. Ahí estacionaría su camioneta,
se bajaría empuñando una linterna, comprobaría que no hubiera nadie más en
aquel sitio y dirigiría sus pasos hacia su minúscula oficina, donde lo esperaba
el cuerpo del hombre que la tarde anterior había comprado.
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