Aguirre el magnífico, Manuel Vicent, p. 200
Eran las doce y cuatro minutos
del mediodía del 6 de marzo de 1978. Envuelta en telas italianas, rosadas y
etéreas, unas gasas firmadas por el modista André Laug, y el pelo afro o a la
escarola, Cayetana Fitz-James Stuart y Silva, duquesa de Alba, y un antiguo
clérigo volteriano de chaqué, corbata gris, gafas ligeramente ahumadas y una
sonrisa hasta la tercera muela entraban en la capilla de Liria decorada con
pinturas de Sert, bajo la luz cenital de la vidriera redonda del techo, a los
sones de un órgano electrónico que atacaba la marcha nupcial de Mendelssohn, la
misma con que se casa una cajera de supermercado con un chapista de Móstoles en
cualquier iglesia de barrio montada en un antiguo garaje. En Liria había un
centenar de invitados, algunos nobles con cara de caballo, como debe ser,
algunos amigos intelectuales con un rictus de sueño y alcohol en los ojos,
algunos políticos de adorno. Hubo pocos cuchicheos, ningún uniforme y ni una
sola pamela, pero dejó ofendidos a algunos familiares por no ser invitados.
Aguirre también se olvidó de Eugenio Calderón,su protector desde Sniace, un
desaire que éste no le perdonó. La madre del novio, Carmen Aguirre, estaba ya
casi ciega. “Hijo, ¿quién me va a recoger?”, le preguntó antes de salir a
palacio para la boda. «En la puerta de Liria te estará esperando Huéscar”, le contestó
su hijo. «¿Huéscar? ¿Huéscar no es un pueblo?” «No, no, Huéscar es el hijo
mayor de la duquesa.” Carlos Martínez de Irujo, duque de Huéscar, hijo mayor de
la duquesa, fue el padrino y Carmen Aguirre y Ortiz de Zárate, madre del novio,
la madrina, nuevamente con el rímel corrido por las lágrimas, como en la
ordenación sacerdotal de su hijo en el Ludwigskirche en Múnich, como la primera
misa en la Universitaria. Por parte de la duquesa firmaron como testigos,
además de sus otros cuatro hijos, doña María Victoria Marone de Álvarez de
Toledo, la duquesa de Santa Cruz y el conde de Teba. Por parte de Jesús Aguirre
lo hicieron Pío Cabanillas, el duque de Arión, Sebastián Martín-Retortillo, la
condesa de Carvajal, Javier Pradera y la señora de López Aranguren, en
representación de su marido, ausente en Barcelona. Al juez Clemente Auger, uno
de los fundadores de Justicia Democrática, veterano luchador antifranquista en
la universidad y castizo contertulio del café Gijón, le había sido encomendado asistir
al acto desde un lado del presbiterio como autoridad civil para dar parte en el
registro. En la ceremonia estuvieron presentes, entre otros invitados, toda la
Familia Real excepto los propios Reyes y los condes de Barcelona, que por
protocolo no asisten a este tipo de actos. El duque de Alburquerque y el
marqués de Mondéjar representaban a la Casa Real. Junto a los duques de Cádiz,
los de Badajoz, la infanta Margarita y don Gonzalo de Barbón podía verse a los
príncipes de Baviera y a la gran mayoría de la aristocracia española. Antes de
entrar en la capilla había llegado la noticia de que había sido secuestrado
Aldo Moro.
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