Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

EL AMOR


La única historia, Julian Barnes, p. 210
Estaba sentado en el bar, a mitad de su tercer y teóricamente último cigarrillo de la noche, cuando un hombre en shorts de playa y chanclas se sentó en el taburete de aliado.
-¿Le importa que le gorronee uno?
-Sírvase.
Le pasó el paquete, luego una caja de cerillas de algún hotel con una palmera en la tapa.
-Los fumadores somos una especie en extinción, ¿verdad? Probablemente el tipo andaba por los cuarenta, estaba tan achispado como él y era inglés, cordial, nada agresivo. No tenía nada de esa falsa campechanía con la que a veces topabas, esa suposición de que tienes que tener más cosas en común de las que tienes. Así que siguieron sentados en silencio, apurando el  cigarrillo, y quizá la ausencia de una conversación trivial animó al hombre a volverse y anunciar, con un tono ecuánime, reflexivo:
-Dijo que quería descansar en mi hombro tan ligera como un pájaro. Me pareció poético. Y también puñeteramente agradable, lo que un tío necesita. Nunca fue empalagosa.
El hombre hizo una pausa. Paul siempre estaba dispuesto a espolear a su interlocutor.
-Pero ¿la cosa no fue bien?
-Dos problemas. -El tipo inhaló y luego sopló el humo hacia el aire fragante-. El primero, los pájaros vuelan, ¿no? Es su naturaleza, ¿no? Y el segundo es que antes de volar siempre te cagan en el hombro.
Y dicho esto aplastó la colilla, saludó con la cabeza, bajó a la playa y se fue caminando hacia la mansa marea.

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