Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

1975


Aguirre el magnífico, Manuel Vicent, p. 149
Puesto que Franco había gobernado España durante treinta y nueve años como un cuartel, llegado el momento su muerte consistió en entregar su cuchara del rancho al sargento, que en este caso era el propio Satanás. El dictador se despidió de este mundo con cinco penas de muerte, que fueron ejecutadas en Hoyo de Manzanares al alba un septiembre negro en la noche más larga, mientras en la radio sonaba Con un sorbito de champán, de Los Brincos, y todo el mundo empezaba a creer que llegaban nuevos tiempos a España. Flanqueado por el brazo incorrupto de Santa Teresa, por el manto de la Virgen del Pilar y por toda suerte de reliquias, incluida la sangre sólida de San Pantaleón, su cuerpo formaba la parte menos interesante de un: circuito de cables adherido a un monitor cibernético. La habitación de la clínica era a medias un cuadro de la España negra de Solana y un puesto de control aeroespacial, preparado para un despegue inmediato. Puertas y rampas.
Antes de ser trasladado al hospital de La Paz, los progres acudían a El Pardo en peregrinación nocturna a enterarse de la cuenta atrás, y el próximo fin del dictador era celebrado con solomillos de choto, de venado, conejos con tomate, platos típicos de los mesones de El Pardo.

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