Los joyeros musicales
“Oye la instrucción de tu padre y tu madre, porque adorno de
gracia serán a tu cabeza y collares a tu cuello. Si los pecadores te quisieran
engañar, no consientas.”
Mamie, mi abuela, lo leyó dos veces. Intenté recordar qué
instrucción me habían dado. No te hurgues la nariz. Pero yo quería un collar,
uno que tintineara cuando me riera, como el de Sammy.
Me compré una cadena y fui a la terminal de autobuses, donde
había una máquina que grababa letras en discos de metal... con una estrella en
el centro. Escribí LUCHA y me lo puse de colgante.
Fue a finales de junio, en 1943, cuando Sammy y Jake nos
metieron en el tinglado a Hope y a mí. Estaban hablando con Ben Padilla y al
principio nos dijeron que nos largáramos. Cuando Ben se fue, Sammy nos llamó
desde el porche.
-Sentaos, queremos que estéis en el ajo.
Sesenta cartones. Arriba, en cada cartón, había una imagen a
color de un joyero musical y un sello rojo que decía NO ABRIR. Al rasgar la
pestaña aparecía uno de los nombres del cartón. Treinta nombres de tres letras
con una línea al lado. AMY, MAE, JOE, BEA, etcétera.
-Cuesta cinco centavos la apuesta. Al lado del nombre escribes
el de la persona que lo compra. Cuando están todos vendidos, abrimos el sello.
La persona que escogió ese nombre gana el joyero.
-¡Joyeros a mansalva! -dijo Jake con una risita.
-Cállate, Jake. Consigo estos cartones de Chicago. Con cada
uno se saca un pavo y medio. Mando un dólar por cartón y me envían los joyeros.
¿Lo pilláis?
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