Entre paréntesis, Bolaño, p. 50
Hace unos años, pocos años, se
quemó en Valparaíso una discoteca de ambiente homosexual. La discoteca -tal vez
sólo se trataba de un pub o de un bar- era de madera y el incendio fue de
proporciones notables: murieron más de veinte personas. La noticia circuló por
algunas agencias. Un chileno residente en París al poco de enterarse le comentó
a un amigo mío su asombro por la noticia: según él, en Chile no existían
homosexuales, por lo que era absolutamente imposible que se hubiera incendiado un
bar de tales características. La noticia sólo podía interpretarse como un error
garrafal de la agencia de prensa o como un deseo consciente de hacerle daño al
país. Este chileno, alma bendita, vivía en París desde hacia tiempo, no era un campesino
de Chillán ni un talador de árboles de Aysén, sino que vivía en la capital de
Francia en donde tenia además un trabajo y todos sus papeles en regla. Iba al
cine de vez en cuando y de vez en cuando se acostaba con una mujer. A veces
leía libros en español y a menudo leía el periódico en francés. Para colmo,
creo que era de izquierdas, aunque eso poco tiene que ver con esta historia.
Sin embargo no podía creer que en Valparaíso, puerto cantado por Daría y
Neruda, se pudieran reunir en un bar más de veinte homosexuales. Probablemente
pesaba en su vasta inconsciencia la información recibida en nuestra infancia, es decir que en Chile todos somos valientes,
que en Chile no llora nadie y que en Chile sólo hay puros corazones.
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