Ahora me rindo, Alvaro Enrigue, p. 78
John G. Bourke, del tercero de
caballería destacado en Fort Craig, Nuevo México, no era un hijo de puta.
Nacido en Filadelfia, descendiente de migrantes irlandeses, se escapó de casa a
los dieciséis años para enlistarse en el ejército del Norte durante la Guerra
de Secesión estadounidense porque detestaba la esclavitud.
Terminada la guerra civil, pidió
ser destacado en el suroeste de los Estados U nidos: la antigüedad y las
culturas originarias le interesaban seriamente. Llegó a capitán bajo el mando del
general George Crook en la década de los setenta del siglo XIX. Cubría para el
tercero de caballería, entre otras cosas, la función de agregado de prensa.
Escribía muy bien. Bourke estuvo presente en la campaña de la Sierra Madre al final
de la cual Gerónimo entregó su falsa rendición en el Cañón de los Embudos. Era,
además de un militar competente y un diarista compulsivo, un etnólogo
aficionado, a ratos brillante. Escribió un volumen falto de humor, pero no de
genio, sobre la caca y el pipí llamado Ritos escatológicos de todas las
naciones. En estos días, traduzco algunos capítulos de sus notas sobre la
campaña de 1883 bajo el mando de George Crook, publicadas por la Universidad de
Nebraska en un volumen llamado An Apache Campaign in the Sierra Madre.
Dice de los chiricahuas, por
ejemplo: «Probablemente un artista podría objetar que muchos de ellos eran de
talla reducida, sin embargo los buscadores resistirían cualquier requerimiento crítico para la anatomía desde cualquier otro
punto de vista. Eran de pecho amplio y fornido, con los hombros perfectamente
rectos y las extremidades bien proporcionadas, poderosas y musculares, sin dejar de ser ligeras. Tenían
las manos y los pies pequeños, delgados y nervudos; la cabeza bien formada y el
semblante iluminado con una expresión agradable y amistosa, que habría sido más
constante sin el aspecto salvaje de las mechas desgreñadas y gitanas que no se
les meten en la cara gracias a una banda gruesa y lisa de tela roja con que se
las aprietan. Sus ojos son brillantes, claros y directos, expresan en general
bienestar y buen humor.»
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