INTRODUCCIÓN E INTENCIONES
Línea Año Cero: el contorno de la
experiencia
Piense en esto: de las lenguas
hoy muertas sólo conservamos sus textos, sus grafías, pero no el registro
sonoro, de modo que poca o ninguna idea tenemos de cómo los antiguos pronunciaban sus palabras. Si pudiéramos oír
hoy a un griego del siglo m a.C. pronunciar poiesis o a un romano decir rosae, no
es descartable que oyéramos lo que para nosotros serían rugidos o el canto de
un pájaro. Sólo pensar en la Cleopatra de Elizabeth Taylor emitiendo sonidos
como de perro, ballena o robot, un escalofrío echaría por tierra gran parte de
nuestra idea de cómo las civilizaciones nos hallamos temporalmente conectadas.
Nos queda la materialidad muda de aquella escritura y le procuramos un paisaje
sonoro, construido como verosímil fantasía. Sólo el sonido convoca el pasado en
tiempo real. De ahí la importancia que se le da a las voces en los conciertos
de música en vivo, los mítines políticos o el espiritismo. Que se sepa, la voz
de poeta más antigua registrada son los 35 segundos de recitación del poema
«América», leído en 1890 por su propio autor, Walt Whítman, y grabado en un
primitivo cilindro de cera –puede encontrarse la grabación en YouTube o en
otras plataformas- Apenas 35 segundos en los que además de parecer llegar el
poeta desde ultratumba para hablarnos cara a cara -un vértigo parecido a si de
pronto viéramos una fotografía de Sócrates-, también podemos pensar que es
fundado el Año Cero de la recitación poética tal como hoy la conocemos.
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