Ordesa, Manuel Vilas, p. 131
Le gustaba ver la tele. Yo creo
que se tragó millones de horas frente al televisor. He visto la evolución de la
tecnología de los aparatos de televisión. Comprar un televisor en los sesenta y
en los setenta del siglo pasado era un acto trascendental y daba alegría y
miedo.
Recuerdo el primer televisor que
entró en mi casa. De pequeño, recuerdo a mi padre viendo con fervor aquel programa
concurso de la década de los setenta que se llamó Un, dos, tres ... responda
otra vez. Mi padre era adicto a ese programa, donde los concursantes tenían que
responder a inesperadas preguntas, bajo el mantra de «un, dos, tres ...
responda otra vez”.
Mi padre respondía con los
concursantes, y solía ganar él.
Podía haber ido a ese concurso.
Nunca lo hizo.
Debió de pensar que tendría que
coger un autobús; no le gustaban los autobuses, ni los trenes. Solo le gustaba su
coche, porque su coche era una emanación de sí mismo. Su coche era él. Por eso
lo dejaba a la sombra en los veranos tórridos, porque a mi padre no le gustaba
estar al sol.
Yo aborrecía ese concurso, pero
lo ponían los viernes, y todos estábamos relajados. Al día siguiente no había
que ir al colegio.
No sé cómo podía gustarte ese
programa, era horrible, has de saber que
a mí no me gustaba nada, aquellas bobas preguntas, solo me cabe el consuelo de
que se vayan muriendo todos los concursantes y todos los presentadores y los
productores y las azafatas de aquella inmensa boñiga de programa, no te puedes
ni imaginar lo que sufría ante esa horterada en la televisión, y tú allí,
contestando con aquellos seres humanos reducidos a una sonrisa amarilla. Creo que
exhibían una España subdesarrollada.
Bueno, tu hijo ya estaba en otro orden de la historia de España. Menos mal que
ya todo ahora es un fantasma. Se murieron los presentadores, se fueron muriendo
casi todos. El alivio y la purificación de la muerte para aquellos cuyos
rostros capturó la televisión: humoristas, cantantes, presentadores, todos esos
rostros tercamente españoles. Porque la única manera de vencer la vulgaridad en
España es a través de la muerte. Puedo imaginarme fotos, enmarcadas en molduras
de lujo aparente, de esos concursantes en las paredes de los pisos de sus
casas; fotos pasando de padres a hijos, son mamá y papá en el Un, dos, tres ...
responda otra vez, mamá y papá fueron concursantes en 1977 con Kiko Ledgard. ¿Os
acordáis de Kiko Ledgard?
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