Virginia Woolf, Quentin Bell, p. 222
También estuvo leyendo a Henry
James, pero sin gran entusiasmo : “Estoy
leyendo a Henry James hablando sobre América y me siento embalsamada en un
bloque de suave ámbar: no resulta desagradable, sino muy tranquilo, como un
paseo en el crepúsculo, pero no es la materia de un genio: no, debería ser una
corriente arremolinada” VW a Clive Bell [18 de agosto de 1907].
Entre los monumentos de Rye se
contaba el Maestro en persona, y se concertó una visita. Vanessa había escrito
a Virginia desde Wiltshire, esperando que “el viejo Henry James no fuera
demasiado monumental y difícil”. Se mostró lo suficientemente monumental, como
puede verse en la carta siguiente a Viole! Dickinson.
... Hoy hemos ido a tomar el té
con Henry James y Mr. y Mrs. Prothero en el club de golf, y Henry James me
clavó la mirada de sus ojos fijos y sin expresión, como las canicas de un niño,
y me dijo: “Mi querida Virginia, me dicen, me dicen, me dicen, que tú-como es
natural siendo la hija de tu padre, es más la nieta de tu abuelo, la
descendiente diría de un siglo, de un siglo de pluma y tinta, tinta, tinteros, sí,
sí, sí me dicen, ejem, que tú, que tú, que tú, en una palabra, escribes.» Esto
pasó en una calle, mientras todo el mundo nos esperaba, como los granjeros esperan
que la gallina ponga el huevo (¿lo hacen?), nerviosos, corteses y apoyándose
ora en una pierna, ora en otra. Me sentí como un condenado que ve caer el
cuchillo, pararse y caer de nuevo. Nunca mujer alguna odiará «escribir» tanto
como lo odié yo. Pero, cuando sea vieja y famosa, voy a discursear como Henry
James. Tuvimos que pararnos periódicamente para que se liberara de la cosa.
Hizo frases sobre el pan y la mantequilla. Fue «tosco y rápido», y nos contó a todos el escándalo de Rye: «Mr. Jones,
siento decirlo, se ha fugado a Tasmania, dejando doce pequeños Jones y un
posible número trece a Mrs. Jones. Es de lo más lamentable, desafortunado y,
sin embargo, no es una acción sobre la que uno no tenga cierta clave personal,
por así decirlo." Bien, esto empieza a no interesarte ...
Llegaron los Bell, y también
Saxon y Lytton. Como hemos visto, a Henry James no le importaba Clive, y parece
que le gustó aún menos Saxon. Ni los Bell ni los Stephen volvieron a Rye, y
Virginia no vio apenas a Henry James en el futuro. Uno puede suponer que él se
sentía atraído hacia ella por principios: era la hija de Leslie Stephen, pero
Virginia apenas encajaba entonces, e iba a encajar cada vez menos, en las
nociones de James sobre delicadeza, decoro y reverencia. No podía aprobar a los
irritantes y estropajosos amigos de Virginia. Y ella, por su parte, lo miraba
con una suerte de miedo divertido. Respetaba su obra, pero con reservas y, como
podemos percibir en la carta que he citado, disfrutaba de su compañía sólo en
retrospectiva.
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