Chablis
MI MUJER quiere un perro, aunque ya tiene una niña. La niña
tiene casi dos años. Según ella, es la niña la que quiere el perro.
Hace mucho que mi mujer quiere un perro. He tenido que ser
yo quien le dijera que no podía; pero ahora es la niña la que quiere el perro,
según mi mujer. Puede ser. La niña y mi mujer están muy unidas. Van juntas a
todas partes, bien agarradas. Pregunto a la niña: “¿De quién es esta niña? ¿La
niña de papá?” y ella responde: “Mamá•” pero no lo dice una sola vez, sino que
lo repite: “Mamá mamá mamá”. ¡Joder con la niña! No sé para qué le tengo que
comprar un perro que cuesta cien dólares.
El tipo de perro que quiere la niña, según mi mujer, es un
terrier escocés. Es un tipo de perro, dice mi mujer, que es presbiteriano, como
ella y como la niña. El año pasado, la niña era baptista, es decir, que asistía
dos veces por semana al programa del día de salida para madres de la Primera Iglesia
Baptista. Este año es presbiteriana, porque los presbiterianos tienen más
columpios, toboganes y esas cosas. A mí me parece una vergüenza y ya se lo he
dicho. Mi mujer es una auténtica presbiteriana de toda la vida y dice que por
eso está bien
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