Ordesa, Manuel Vilas, p. 54
Cuántas veces llegaba yo a mi casa, cuando tenía diecisiete años,
y no me fijaba en la presencia de mi padre, no sabía si mi padre estaba en casa
o no. Tenía muchas cosas que hacer, eso pensaba, cosas que no incluían la
contemplación silenciosa de mi padre. Y ahora me arrepiento de no haber
contemplado más la vida de mi padre. Mirar su vida, eso, simplemente.
Mirarle la vida a mi padre, eso debería haber hecho todos
los días, mucho rato.
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